La calma del encinar
SIN PERDÓN
Tomás Martín Tamayo
Blog Cuentos del Día a Día
Ser independiente es una opción personal, que se toma en un
momento determinado, aunque creo que los mayores defensores de la independencia
somos los que no siempre hemos gozado de ella. No voy a caer en el lamento del
monje que abandona el convento y oye a sus espaldas el portazo, pero nunca es
tarde, ni temprano, para optar por la independencia personal, apartándote de
todo gremio, asociación, club, pastoreo, redil, confesión… Es innegable, de
Perogrullo, que situarte en una isla te deja aislado y desasistido del calor de
la manada y si careces de “vecinos” no tienes a quien pedir perejil, pero
tampoco tienes que darlo, porque al ponerte al margen y no aceptar colores,
himnos y sabores, eliges a la soledad como compañera de viaje. Y, a veces, la
soledad es dura y paga peaje. Un peaje permanente, porque no hay perdón para el
que se atreve a pensar sin ataduras.
Opinar con libertad,
sin temor a que alguien mire de reojo, conlleva el riesgo de no contentar a
nadie, porque nadie asume como suya tu opinión, nadie va a ser solidario con
ella y nadie va a defender una causa que casi siempre resulta incómoda. Se sabe
que la procesión va por barrios y que el independiente nunca es de nadie.
“Nunca te fíes de la Guardia Civil, ni del que piensa”, proclama “El Cabrero”
en un fandango. Si optas por la libertad renuncias a los beneficios del gremio
y eso te deja a la intemperie. Es la indefensión, el peligro del soldado
suelto, expuesto siempre a recibir la metralla de los ejércitos enfrentados. No
esperes que nadie te tire una manta en caso de nevada, porque en los apriscos
no existe lo que está al otro lado de la valla.
“¿Pero existe la independencia?”, me preguntaron en un
instituto de Badajoz el jueves pasado. Creo que existe como ideal, pero siempre
es relativa y tiene límites insalvables. Tener un criterio propio, huyendo de
la contaminación y del dirigismo vertical, no significa que uno se levante al
margen de sus raíces o que podamos renunciar a convicciones que mamamos con la
leche materna. Una amiga dice que “la primer leche nunca se digiere” y puede
que tenga razón, que ese primer calostro se enquista en nuestro estómago de por
vida.
Los que carecen de independencia para ser libres o de
libertad para ser independientes, son los más radicales porque muchos de ellos,
casi todos, están atados por un interés que no siempre tiene que ver con las
ideologías. Es su cruz. ¿Qué posibilidades tiene de manifestarse en libertad alguien
que vive exclusivamente por su pertenencia a un clan? Su pensamiento puede ser
libre, pero no puede ejercerlo porque vive de su “entrega” y del compromiso
adquirido a cambio de la pitanza.
Me impresionó un recluso, de los mandones dentro de la
prisión, que el día que lo ponían en libertad, después de doce años, me hizo
una confesión para reflexionar: “Tengo miedo a la calle porque no la conozco.
¿Qué voy a cenar y dónde dormiré esta noche?”. Como él, muchos de los situados
no conocen la calle ni saben cómo comer o dormir fuera del recinto, ese cordón
de seguridad que los protege a cambio de la mansedumbre y el silencio. En el
rebaño no hay saldo mental y la mayor rebeldía es balar “beeee”. Y pastar.
*Si desea recibir
mis artículos de forma directa, rápida y segura facilíteme un correo
electrónico: tomasmartintamayo@gmail.com. Si no quiere seguir
recibiéndolos, indíquemelo, por favor, a ese mismo correo.
*Todos mis artículos
están abiertos en el blog: Cuentos del Día a Día.
*En virtud de la Ley
Orgánica 15/1999 de 13 de Diciembre sobre protección de Datos de Carácter
Personal, tanto este mensaje como sus posibles documentos adjuntos, son
confidenciales y están dirigidos exclusivamente a los destinatarios de los
mismos.
*Si ha recibido el
mensaje por error, le rogamos que lo comunique al emisor y proceda a destruirlo
o borrarlo. Utilizar o alterar el presente mensaje o parte del mismo, sin el
consentimiento previo del autor, está prohibido y puede incurrir en
responsabilidades legales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario