sábado, 7 de abril de 2018

GUARDAR LAS FORMAS




                          La calma del encinar
                          GUARDAR LAS FORMAS

                                     Tomás Martín Tamayo
                                        tomasmartintamayo@gmail.com
                                        Blog Cuentos del Día a Día

No estoy afectado por el virus de la pasión monárquica, tal vez porque muy pronto  vi el penoso peaje a pagar por la fidelidad republicana, que le costó a mi padre cárcel, ruina, penurias y persecución de por vida, pero reconozco que la apropiación impúdica que los radicales de izquierda hacen del concepto republicano me aísla, dejándome en tierra de nadie. Se necesita mucha ignorancia para asociar izquierda radical, antisistema e incluso anarquista con la república, como si en ella no pudieran citarse otros credos menos extremos y apasionados. Y hay que ser muy cenutrios para pretender excluir de un modelo de estado a todos los que no estén escorados en la regleta ideológica.

¿En Francia, Portugal, Grecia, Italia, Alemania…no hay alternancia política de derecha, centro e izquierda, pese a ser países republicanos? La república, como modelo de estado, permanece al margen del ideario de los partidos y en todos esos países ha habido presidentes de la república de izquierda, de centro y de derecha. En ellos se parte de la misma convicción y ninguna tendencia intenta monopolizarla, como si fuera una doctrina exclusiva de castas, pero parece que en España tienen más legitimidad republicana los del PSOE que los del PP, aunque ambos hayan gobernado complacientemente bajo la égida de un rey y ambos hubieran hecho lo propio con un presidente de la república. Pero dejemos tan primaria reflexión para otro momento y centrémonos en las formas, en guardar las formas.

Como mi visión futurista tiene poco recorrido, puedo hablar del tiempo que la monarquía lleva en España, pero no del que le queda, aunque no seré yo el que brinde por su continuidad. Si sigue pues que nos vaya bien y si desaparece que lo que venga detrás no caiga en ciertas manos, para que no tengamos que rezar aquello de “Virgencita, que me quede como estoy”. Sí sé, claro,  que ciertas actitudes no la ayudan mucho y ver a una infanta declarando delante de un juez y a su marido condenado por tropelías de preso común, baja del podio a toda la monarquía, porque roto el huevo es imposible meterlo otra vez en su cáscara.

El rey emérito no abdicó por sentirse incapacitado, por un capricho de senectud  o por refrescar el tronco monárquico. Es aburrido recordar lo que está en la cercana memoria del “populacho”, pero las fotos con paquidermos aniquilados,  y otras compañías, parece que le obligaron a una reflexión acelerada, porque hay balas que rebotan y acaban en balas perdidas  y de destino indeterminado. Bien está lo que bien acaba y justo es reconocer que su heredero se esfuerza en soltar lastres que puedan arrastrarlo. No nos va a hacer monárquicos a los que no lo somos, aunque puede conseguir que nos encojamos de hombros, pero…
 
¿Y  los manotazos entre reinas por quítame allá esa foto con la princesa? Tampoco resultan ejemplarizantes porque deducir es fácil y si en público tienen ese comportamiento, no es difícil imaginar tirones de pelo en el ámbito privado. Hay imágenes, como la del rey emérito y el elefante, que quedan en la retina y el juego de manos entre reinas y princesa.... Ya he oído a monárquicos irredentos que “se comportan así porque son como todos los demás y eso da naturalidad y cercanía”, pero si son como todos los demás, tienen que serlo en todo y no solo en los desplantes. En ellos guardar las formas es el primer mandamiento. O debería serlo.

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