sábado, 13 de enero de 2018

                    La calma del encinar
                    TOMATERA MENTAL

                                        Tomás Martín Tamayo
                                       tomasmartintamayo@gmail.com
                                       Blog Cuentos del Día a Día


En Cataluña hay diez mil presos de los setenta mil del conjunto de España, pero el Gobierno catalán lo ignoraba hasta el punto de que para ellos, Junqueras, Forn y los jordis son los únicos presos que han pasado las navidades en la cárcel. Hasta ese punto estaban y están desconectados de la realidad. Los exconsejeros Jordi Turull y Josep Rull, puestos en libertad por el juez del Tribunal Supremo, han visitado a sus compañeros en las cárceles de Estremera y Soto del Real y, tiernos ellos, se han estremecido de la “dura Navidad” que han pasado, tildando de “crueldad extraordinaria”  haber privado a Oriol Junqueras de disfrutar con sus hijos pequeños el día de Reyes. ¿Y los otros setenta mil presos? Esos no existen o todos ellos, sin excepción, fueron puestos en libertad para disfrutar con sus hijos en la cabalgata de Reyes.

Es verdad, la cárcel existe y es dura, pero todavía no se ha inventado una alternativa más eficaz para aislar a los delincuentes y evitar que sigan delinquiendo. Al paso, los dos visitantes han aprovechado para arremeter contra el juez que los mantiene en esa situación, que es el mismo que los dejó en libertad a ellos. ¿Acertó con ellos y erró con los otros? Dura lex sed lex. Un juez no discrimina de forma caprichosa y, ya lo he escrito en otras ocasiones, una vez dentro de la prisión, todos los presos tienen el mismo suelo, el mismo techo y el mismo rancho, se apelliden Abuín o Junqueras, sin que se entienda que yo los comparo. Hay más delitos que colores. El Código Penal señala muchos tipos pero, con todas las diferencias que se quieran establecer entre delincuentes, al final todos los que delinquen lo son. Y parece sensato aceptar que el juez acierta cuando pone en libertad a unos y deja en la cárcel a otros.

Ahora pretenden los secesionistas catalanes dar una nueva vuelta de tuerca a la legalidad, ajustándola, como ayer, a sus intereses y al margen de leyes, códigos y reglamentos. A esa realidad paralela que mantienen, en mi pueblo la llamamos “tomatera mental”. La propia ERC de Junqueras se debate en la duda de si Puigdemont puede ser investido presidente por vía telemática desde Bruselas, con lo que  demuestran  que la reflexión ha sido mínima y que siguen en la pretensión de echar pulsos al Estado. Parece que la Sala de lo Penal del Supremo tuvo capacidad de anticipación al mantener preso a Junqueras, por el evidente peligro que supone su puesta en libertad. El beatífico, con todas sus santiguallas, no engañó a los jueces.

También queda claro el sentido de la democracia y de la Justicia que tiene el fugitivo Puigdemont,  creyendo que los cargos institucionales están por encima del resto de los mortales  y que sus presuntos delitos quedarán en nada si es investido presidente. Pretende que lo elijan, omitiendo incluso el debate de investidura, para una vez investido y con los entorchados de molt honorable president, volver a España desafiando a todo el sistema y propiciando incluso una revuelta con los cafres envenenados desde la infancia. El otrora instigador Artur Mas ya ha aprendido.  Que vuelva Puigdemont  y que vaya despidiéndose de la ópera, los hoteles de cinco estrellas, palacetes, buenos restaurantes y de la placidez de sus paseítos por Bruselas. Lo que le espera en España lo dirán los jueces. Yo solo me lo imagino.



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