sábado, 2 de diciembre de 2017

EN LA CÁRCEL SE ACABA EL CUENTO (II)

                 La calma del encinar
             EN LA CÁRCEL SE ACABA EL CUENTO ( y II)

                                                       Tomás Martín Tamayo
                                                       tomasmartintamayo@gmail.com
                                                       Blog Cuentos del Día a Día



¿Alguien cree que cuando Neil Armstrong, al pisar la luna dijo aquella frase memorable de “Un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”, fue una ocurrencia de aquel momento? ¡Para frasecitas filosóficas estaba el astronauta, con sus ciento setenta y tres pulsaciones! Después se ha sabido que un comité de expertos en publicidad, la eligieron entre más de diez mil, aunque la llamada a los ocurrentes se hizo para unas tortitas de maíz y se modificó para que nadie reclamara la autoría.

Oriol Junqueras también llevaba preparada su frase para la historia, posiblemente  soñando que algún día los niños catalanes la recitarán en el colegio, como el “Tierra a la vista” del vigía de Colón al ver que un montículo alejado rompía la línea del horizonte. Camino de la cárcel, desde el coche celular, el héroe independentista fue especialmente prolífico en frases antológicas y escribió un WhatsApp para traspasar los siglos: "Si el precio de la libertad es la cárcel, no renunciaremos nunca a la libertad" Ni el Ché Guevara. Y todavía, mientras la furgoneta a toda pastilla cogía las curvas y los guardias se mofaban de él, tuvo aplomo y reaños para apuntalar su firmeza: “Haced cada día aquello que esté a vuestro alcance para que el bien derrote al mal. Con determinación lograremos la victoria”. Ahí queda eso, esfuerzos hay que hacer para no llorar.
 
El martes pasado don Oriol y sus compis debieron migar en el café unos bollos de realidad y renegaron de la independencia unilateral, acatando el 155 que antes de entrar era ilegal. Ahora debería mandar otro WhatsApp, modificando sustancialmente el anterior: “Si el precio de la libertad es la cárcel, la libertad puede esperar un ratito”.

¿Y no tuvo su frase para la historia, el más furibundo independentista del Gobierno catalán, el ex conseller de Territorio y Sostenibilidad, Josep Rull? Cómo no: “Si ves este tuit es que me han encarcelado por ser fiel a las urnas”. Parece que ha encontrado otras acepciones para la fidelidad y ahora piensa lo mismo que Junqueras.

¿Cuál ha sido el bálsamo para apaciguar tanto ardor guerrero? ¡Veinticinco días de cárcel! La prueba más evidente es que los que se quedaron fuera o están prófugos de la Justicia, siguen “erre que erre”, manteniendo el mismo empecinamiento y sin modificar el discursito del atropello del 155, la España fascista, el cuestionamiento de jueces y fiscales y hasta el esperpento de poco menos que haber evitado una guerra civil, con un país sanguinario, dispuesto a sembrar las calles de cadáveres, atropellándolos con tanques a su paso. ¿Eso no tendrá precio?
 
En la cárcel se acaban muchos cuentos porque los compañeros de celda, el retrete abierto, el patio en el que mientras más altos, más pequeños, el camastro y el mismo rancho para constitucionalistas, separatistas, carteristas, atracadores, violadores y terroristas… hace que la cabeza se enfríe con el cerrojazo de cada día y el eco de los aplausos queden fuera, sin atravesar los muros.

Otra que ha visto que las estupideces pueden tener consecuencias es la guerrillera que denunció la “guerra civil”, Marta Rovira, que ahora asegura que  “Nunca hubo vía unilateral, eso fue un invento del Estado”.

El que, hasta que entre, sigue con sus salidas es Puigdemont, que después de querer salirse de España, se ha salido de Cataluña y ahora también quiere salirse de Europa. ¡Es un salido!



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