La calma del encinar
EN LA CÁRCEL SE ACABA EL CUENTO
( y II)
Tomás Martín Tamayo
Blog Cuentos del Día a Día
¿Alguien cree
que cuando Neil Armstrong, al pisar la luna dijo aquella frase memorable de “Un
pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”, fue una
ocurrencia de aquel momento? ¡Para frasecitas filosóficas estaba el astronauta,
con sus ciento setenta y tres pulsaciones! Después se ha sabido que un comité
de expertos en publicidad, la eligieron entre más de diez mil, aunque la
llamada a los ocurrentes se hizo para unas tortitas de maíz y se modificó para
que nadie reclamara la autoría.
Oriol
Junqueras también llevaba preparada su frase para la historia, posiblemente soñando que algún día los niños catalanes la
recitarán en el colegio, como el “Tierra a la vista” del vigía de Colón al ver
que un montículo alejado rompía la línea del horizonte. Camino de la cárcel,
desde el coche celular, el héroe independentista fue especialmente prolífico en
frases antológicas y escribió un WhatsApp para traspasar los siglos: "Si el precio de la libertad es la
cárcel, no renunciaremos nunca a la libertad" Ni el Ché Guevara. Y
todavía, mientras la furgoneta a toda pastilla cogía las curvas y los guardias
se mofaban de él, tuvo aplomo y reaños para apuntalar su firmeza: “Haced cada
día aquello que esté a vuestro alcance para que el bien derrote al mal. Con
determinación lograremos la victoria”. Ahí queda eso, esfuerzos hay que hacer
para no llorar.
El martes pasado don Oriol y sus compis debieron migar en el café unos
bollos de realidad y renegaron de la independencia unilateral, acatando el 155
que antes de entrar era ilegal. Ahora debería mandar otro WhatsApp, modificando
sustancialmente el anterior: “Si el precio de la libertad es la cárcel, la libertad
puede esperar un ratito”.
¿Y no tuvo su frase para la historia, el más furibundo independentista
del Gobierno catalán, el ex conseller de Territorio y Sostenibilidad, Josep
Rull? Cómo no: “Si ves este tuit es que me han encarcelado por ser fiel a las
urnas”. Parece que ha encontrado otras acepciones para la fidelidad y ahora
piensa lo mismo que Junqueras.
¿Cuál ha sido el bálsamo para apaciguar tanto ardor guerrero? ¡Veinticinco
días de cárcel! La prueba más evidente es que los que se quedaron fuera o están
prófugos de la Justicia, siguen “erre que erre”, manteniendo el mismo
empecinamiento y sin modificar el discursito del atropello del 155, la España
fascista, el cuestionamiento de jueces y fiscales y hasta el esperpento de poco
menos que haber evitado una guerra civil, con un país sanguinario, dispuesto a
sembrar las calles de cadáveres, atropellándolos con tanques a su paso. ¿Eso no
tendrá precio?
En la cárcel se acaban muchos cuentos porque los compañeros de celda, el
retrete abierto, el patio en el que mientras más altos, más pequeños, el
camastro y el mismo rancho para constitucionalistas, separatistas, carteristas,
atracadores, violadores y terroristas… hace que la cabeza se enfríe con el cerrojazo
de cada día y el eco de los aplausos queden fuera, sin atravesar los muros.
Otra que ha visto que las estupideces pueden tener consecuencias es la
guerrillera que denunció la “guerra civil”, Marta Rovira, que ahora asegura
que “Nunca hubo vía unilateral, eso fue
un invento del Estado”.
El que, hasta que entre, sigue con sus salidas es Puigdemont, que después
de querer salirse de España, se ha salido de Cataluña y ahora también quiere
salirse de Europa. ¡Es un salido!
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