sábado, 4 de noviembre de 2017

EL LISTO Y EL TONTO

                         La calma del encinar
                   EL LISTO Y EL TONTO

                                     Tomás Martín Tamayo
                                     tomasmartíntamayo@gmail.com
                                     Blog Cuentos del Día a Día


 “…Y pregunta uno: Siendo como son los catalanes, que son prodigio de inteligencia y de laboriosidad, ¿cómo han elegido a alguien tan torpe y tan tonto? (Se ríe de su gracia y continúa). Porque hay que estar bastante tonto para irse a Bruselas a pedir asilo político, si es que lo pide”. Ibarra dixit.

En el fragor de las declaraciones es fácil decir estupideces, pero también resulta fácil que,  en esas declaraciones apresuradas, emerja  la estupidez del declarante que, cuestionando la inteligencia y laboriosidad del electorado catalán, se declara torpe y tonto por lo bajo y soberbio, racista, clasista y engreído por lo alto. Ese mismo cuestionamiento de la inteligencia y laboriosidad de los catalanes que hace Ibarra, porque votaron a Puigdemont, lo oí muchas veces sobre los extremeños fuera de Extremadura: “¿Y cómo podéis votar los extremeños a semejante garrulo? No os quejéis, que tenéis lo que votáis”. Siempre rechacé argumento tan simplista, porque el electorado vota lo que quiere y eso no vincula ni determina su inteligencia y  laboriosidad con las acciones de lo que ha votado. En esa generalidad tan grotesca que hace Ibarra sobre los catalanes, se incluye también a los que no lo votaron. ¿Incluimos en el trinque del 3% a los catalanes que mayoritariamente votaban a Pujol?

Ibarra va de listo y sabidillo, él se cree el primero de la clase porque, en su egolatría enfermiza, se considera un mesías, una mente privilegiada, un visionario y un analista de primera fila. Durante veinticuatro años gozó de la confianza de la mayoría del electorado extremeño pero, salvo la ayuda del crecimiento vegetativo, dejó una Extremadura atrasada en todos los índices de progreso y bienestar, en  una marginación que seguimos sufriendo ocho años después de haberse ido. Y eso coincidiendo su mandato, en un largo trecho, con gobiernos del mismo signo, en época de vacas gordas y con una UE que nos enviaba trenes de socorros económicos.  Por cierto, que ocho años después de haberse ido sigue con coche oficial y dos funcionarios a su particular servicio.

 Las declaraciones de Ibarra eran siempre altisonantes, vacías de contenido real, ruidosas y desafiantes, pero en eso se quedaba todo, porque, a la hora de la verdad, los torpes y tontos catalanes sabían llevarse la parte del león y en Extremadura nos quedábamos con
Ibarra y sus genialidades. Eso sí, los periodistas se daban codazos por escucharlo,  porque daba muchos titulares, rompía cristales y no perdía ocasión para desafiar a alguien. Al final se acuñó lo de “son las cosas de Ibarra” y hasta en su partido relativizaban sus bravuconadas.

No creo que la hornada de políticos catalanes de los últimos años sea la más certera y coincido con Ibarra en que Puigdemont no parece un lumbreras de la política, pero interrogarse por la inteligencia y laboriosidad del electorado catalán, por haberlo elegido, es tan zafio como cuestionar la inteligencia y laboriosidad de los extremeños por haberlo elegido a él y sus aspavientos. Puigdemont puede ser el tonto, pero Ibarra no fue precisamente el listo.
 



Ciertamente parece un chiste que el expresidente de Cataluña vaya a Bruselas, no se sabe muy bien a qué ni para qué, porque las pestilencias que suelta sobre España y sus instituciones no alcanzan más allá de su propia boca, pero acotemos sus idioteces sin identificarlas con el electorado catalán ni con Cataluña, que merecen respeto, consideración y, ahora, también solidaridad.
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