viernes, 12 de febrero de 2016

MÁS COSA NOSTRA



     

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                                     La calma del encinar
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                                                 Tomás Martín Tamayo
                                                 tomasmartintmayo@gmail.com
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Lo siento de verdad por la buena gente que el PP tiene en cada uno de los pueblos de España, al margen de las martingalas, argucias y corruptelas de su cúpula,  porque ellos, gente sencilla y trabajadora en la mayoría de los casos, merecen mejor suerte. ¡Qué buen vasallo si tuviera buen señor! El PP está en sus bases y no en una jerarquía que no soporta la más liviana prueba del algodón. La podredumbre mafiosa instalada en algunos lares, con evidente arropamiento de la jerarquía nacional del partido, lo transforma en una especie de “cosa nostra” de mutua protección, que recuerda lo que Roosevelt dijo de Somoza: “¡Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta!”,  indicando así que había que ampararlo, protegerlo y justificarlo porque era la mejor manera de ampararse, protegerse y justificarse. Vamos, un “hoy por ti y mañana por mí” incompatible con la más elemental decencia política. Con el PP nacional hay que hacer la misma catarsis que con el valenciano, dinamitarlo para empezar a construir desde los cimientos.


Es verdad que Rita Barberá no está imputada, tan verdad como que no lo está por gozar del aforamiento pestilente que le ofrece el Senado, una institución costosa e inútil que sólo sirve para amamantar a unos cuantos protegidos de los partidos y, en su caso, ofrecerles un asidero que los pone al margen de la Justicia del común. Pero lo de la ex alcaldesa de Valencia evidencia el cinismo de los capitostes populares que, al mismo tiempo que salen a la palestra para insinuar que debe dar un paso atrás porque no cabe en el futuro del partido, caen en la felonía estercolera de situarla, no solo bajo la protección del aforamiento, sino metiéndola de rondón en la Diputación Permanente del Senado, para que siga protegida incluso en el caso de que tengan que repetirse las elecciones. Si Rita Barberá es inocente, la actitud envolvente de su partido la está condenando ante la opinión pública porque, aunque ellos se nieguen a verlo, la calle está cansada de corruptos y tramposos. Muy cansada.

“¿Le compraría usted un coche usado a este hombre?”, preguntaba Kennedy ante un cartel electoral de Nixon. La misma pregunta puede hacerse hoy ante un cartel electoral de Mariano Rajoy y aunque sus feligreses respondan que el 20-D le compraron el coche 7.215.530 electores, su credibilidad está bajo mínimos, porque después del pan que ha amasado piropeando a los corruptos más notables del PP, bien parece que come en su misma mesa, aunque el jueves pasado evitara fotografiarse con “el ejemplo y referencia que la Barberá es para todo el Partido Popular”.

Pero como la podredumbre va por barrios, creo que debemos desconfiar de la extraña coincidencia de que, en plena fase de negociación para ver quién forma Gobierno, explote un nuevo episodio del PP en Valencia, Almería, Baleares, Madrid... Hay cosas que ocurren porque tienen que ocurrir, pero una mano oculta decide cuando debemos enterarnos para que el efecto del tsunami castigue más a una costa que a otra. Es verdad que al PP le asedian sus corrupciones y que “don Tancredo” parece completamente incapaz de atajarlas, pese al “esto se acabó, ya no vamos a dejar pasar ni una”. Para asuntos de corruptelas, bien parece que Rajoy tiene la boca grande y el propósito pequeño. ¿Nos utilizan? Claro, siempre, todos, todo el tiempo.
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