sábado, 19 de diciembre de 2015




La calma del encinar
¿Y MAÑANA, QUÉ?

Tomás Martín Tamayo
Blog Cuentos del Día a Día


Tranquilos porque yo no voy a orientar el voto hacia parte alguna, hoy es un buen día para demostrar mi absoluta independencia y no voy a perder la ocasión de hacerla efectiva. Además de estar en jornada de reflexión, ¿cómo puedo orientar desde mi desorientación, si ni yo mismo sé lo que haré mañana? He visto unos cuántos debates, procurando quedarme con lo esencial de cada uno de ellos y la decepción ha sido el clavo que unía e igualaba las varillas del abanico político. No me ha llegado la luz desde ningún sitio y tras la agresión a Rajoy me ha parecido que dábamos un salto hacia la oscuridad, como cuando agredieron a Suárez en la Plaza de Minayo de Badajoz, Sé que mañana va a cambiar el escenario e intuyo -ojalá me confunda- que nuevos actores coprotagonizarán el mismo libreto, igual o parecido, porque los que para bien o para mal ofrecen algo diferente no van a estar, y los que subirán a la escena se diferencian en poses, vestimentas y latiguillos,¿Cuántas veces hemos visto Medea en el Teatro Romano de Merida? Con adaptaciones, a veces meramente testimoniales y caprichosas, el fondo de la obra permanece inalterable, aunque los intérpretes pasen de túnicas a pantalones vaqueros, que esa es la conclusión más penosa que he sacado de lo debates.

Que a la desvergüenza e impunidad de muchos actores les quedan pocas representaciones es algo que tienen asumido incluso ellos, pero como dice el filosofo Ortega Cano, “mientras dure, dura”. Pero esta democracia un tanto mutilada, aún renqueante, nos permite incluso el hastío, meter muchos caretos en la taza del inodoro y tirar de la cadena. Aquí no hay paracaidistas que hayan llegado llovidos del cielo porque los partidos tradicionales, al bajar confiadamente la guardia, abrieron la puerta a nuevas opciones que se gestaron incluso a la intemperie, en los campamentos de la Puerta del Sol, las Ramblas de Barcelona o en las plazas de nuestros pueblos. Después de cuarenta años de franquismo y con modelo de Estado dirigido desde el mismo, España no puede asimilarse a países de tradición democrática depurada, como Inglaterra o EE.UU, que mantienen la alternancia entre dos opciones que se renuevan permanentemente, cambiando para adaptarse a los tiempos. Aquí hemos mejorados, pero en los resabios. Nuestro sistema no puede permanecer encorsetado, como si siguiéramos en la dictadura y, aunque cerrado por la nefasta partitocracia y con muchos tics del pasado, el modelo elabora sus propios mecanismos de defensa, no sólo por los nuevos que llegan para incorporarse a la escena, que también, sino por la auto regeneración del propio sistema, que se ve en el dilema de renovarse o morir.

¿Y mañana, qué? Cualquier edificio, después de cuarenta años, necesita sanear y repintar sus desconchones, aunque los cimientos permanezcan sólidos, pero venimos de un pasado que no acaba de pasar y ese es un lastre que emploma nuestras alas. Aún así progresamos adecuadamente y la mejor evidencia son las corruptelas que han salido de las cloacas. Eso, por penoso que resulte, es un signo de fortaleza del sistema. ¿Que queda mucho camino? Si, pero menos que cuando empezamos a caminar hace cuarenta años. Mañana, que cada elector haga lo que considere oportuno, porque tan malo me parece votar a la fuerza como no votar. Conocemos las opciones reales mejor que nunca y en estas elecciones es difícil alegar ignorancia. Ellos tienen cuatro años para ejecutar y nosotros unas horas para decidir. Lo que llegue, bienvenido sea.


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