viernes, 25 de septiembre de 2015

QUIERO LA INDEPENDENCIA


         La calma del encinar

                            QUIERO LA INDEPENDENCIA

                                                           Tomás Martín Tamayo

                                                           tomasmartintamayo@gmail.com

                                                           Blog Cuentos del Día a Día



Lo he planteado en mi casa: ¡Quiero la independencia! Y mi hijo, que es el más tolerante,  me ha respondido: “Anda, saca a la perrilla y déjate de chorradas”. Pero esa actitud intolerante hacia mis ansias de independencia no me va a doblegar. ¡Ya está bien, hombre, que llevan toda la vida explotándome! O me hacen a mi medida un modelo de aportación o me segrego. Estoy decidido a convocar un referéndum en el que sólo pueda votar yo, porque los demás no tienen que inmiscuirse en algo tan legítimo como es mi independencia. Ellos me quieren sometido, supeditado y atado al yugo familiar, pero mi derecho a la autodeterminación no lo van a frenar.



¿Qué si de verdad me quiero ir de casa? ¡Ni que fuera tonto, joder! Pues claro que no, pero ¿cómo aclaro ahora lo que me he gastado en juergas y lo que he sisado? La verdad es que ando mal porque las cuentas no salen y como gasto más de lo que tengo y el agujero crece, he considerado oportuno sacar a pasear el tema de mi independencia, que siempre me ha resultado rentable. No falla. Yo pido la independencia y ellos ponen más pasta y se hacen el distraído con lo que robo, porque aunque saben que ni quiero ni puedo irme, les aburren muchísimo las pataletas que monto. ¿Qué puedo hacer yo? Me declaro independiente o voy a la cárcel. Tengo que elegir. Y además mis acreedores se acojonan y me dejan en paz por un tiempo, porque aunque así tampoco cobran, mantienen la esperanza de que el milagro se produzca algún día. Si me llevan la contraria, además de no pagarles les voy a cobrar hasta por abrir la ventana.



La amenaza de declararme independiente sólo me reporta beneficios, ya que se acogotan en mi casa y atemorizo a todo el bloque, que no dejan de hablar de mí. Mis vecinos se están aprendiendo el truquillo y  ellos, para decirlo de otra forma,  han comenzado a reclamar la autodeterminación, así es que cada vez que monto mi circo, todos hablan del lío, se ven presionados y acceden a poner más pasta para que yo pueda seguir con mi tren de vida, permitiéndome incluso tener picaderos repartidos por todas partes. Yo les llamo embajadas y ellos tragan saliva. Así puedo seguir con las juergas, abastecer mis cuentecillas secretas y hasta llevar  un cámara a mi lado para que inmortalice mis hazañas, que después visionan en el circuito cerrado del bloque.



¿Qué adónde voy a ir yo? A ningún sitio, qué tontería. Voy a seguir donde estoy, pero tengo que bailar mi sardana para continuar con este tren de vida, que es lo que yo quiero. Y el que venga detrás que arree, que a mí me la suda. ¡A vivir que son tres días! Sigo con el rollo de la independencia o ya lo he dicho, acabo en la trena. Entrampado hasta las orejas, pero vivo como un sultán  y si en mi casa se arruinan pues que aprendan y espabilen. Así es que venga, hoy toca desempolvar independencia y mañana Dios dirá.



¡Pero si es que llevan toda la vida robándome!

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