viernes, 14 de marzo de 2014

DE PILLOS Y SINVERGÜENZAS

                    

    La calma del encinar
                      DE PILLOS  Y SINVERGÜENZAS
                            Tomás Martín Tamayo
                            tomasmartintamayo@gmail.com

Hace años estuve en el consejo de administración de una caja de ahorros que, invariablemente, cerraba el año con sustanciosos beneficios, lo que permitía a su director general sacar pecho y presumir de ser un gestor “platino”. Explicaciones pocas o ninguna porque al consejo llegaba todo cocinado y como yo estaba en minoría y en la oposición, la información que tenía era la que podía coger a hurtadillas. No era una entidad que se caracterizase por dar créditos blandos ni fáciles (a no ser que mediara una llamada telefónica) y aunque en el fondo y en la forma seguía las pautas políticas que salían de un despacho de la Junta, más allá de las declaraciones grandilocuentes, el desarrollo de Extremadura era algo que quedaba a trasmano del objetivo prioritario de la entidad: ganar dinero y servir de colchón económico al poder político. Nada que ver con los principios fundacionales que justificaron su implantación.

 Así de penoso. No es de extrañar la deriva catastrófica de casi todas las cajas de ahorro, que con tanto manoseo y tanto intervencionismo político,  en pocos años pasaron de la opulencia a la ruina más absoluta, muchas de ellas vendidas como baratijas, a precio de mercadillo, después de habernos gastado casi 50.000 millones en pulirlas, porque tenían más óxidos que el candado de una Lambreta. Si se pagaban intereses y apenas se concedían créditos ¿cómo lograban unos beneficios tan abultados? El secreto era el “interbancario”, un mercado en el que los bancos se prestaban unos a otros, con unos márgenes muy superiores a los que pagaba la entidad a sus impositores. A primero de año depositaban en el “interbancario” sustanciosas cantidades que en diciembre retornaban a la entidad cargadas de beneficios. ¡Ese era “el gran secreto”, que pretendían vendernos como ciencia infusa que sólo habitaba en la privilegiada cabeza de los mandamases de turno! Menudos jetas.
 
Pues, más de lo mismo, la gran ballena de la banca española, que ya tiene en su estómago a las cajas de ahorro, sigue haciendo el mismo ejercicio malabar de aquellas, cogiendo dinero del Banco Central Europeo, con la garantía del Estado español, para comprar bonos del Tesoro. El BCE lo presta al 0´25% y los listos de turno lo invierten en deuda pública española al 4%, logrando unos beneficios espectaculares y sin riesgo alguno, porque de la deuda respondemos todos, incluso los que duermen bajo cartones en el cubículo de los cajeros automáticos. La temporalidad también se repite, venden en diciembre para burlar las sanciones del BCE y vuelven a comprar en enero. Por eso Antonio Rosa dice que si el BCE comprara directamente deuda pública española, los bancos tendrían que dedicarse a la economía real, es decir, a dar créditos, con lo que se activaría la economía en general.

Pero lo que parece claro es que ni ayer las cajas, en general, ni hoy los bancos, en particular, tienen otro objetivo que no sea ganar mucho, apostando poco y evitando riesgos que al final mancomunan incluso con las víctimas de su propia voracidad. ¿Los riesgos para todos y los beneficios para ellos? Nada nuevo, ya se sabe que tienen mucho poder y no son entidades filantrópicas, pero se les debería exigir que aflojen un poco la soga, porque hay empresarios con unos ventanucos tan estrechos que no les entra ni saldo en el móvil. Si están a las maduras no pueden huir de las duras, a menos que se haga verdad que ellos son listos “cinco estrellas” y todos los demás gilipollas “etiqueta negra”.


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