sábado, 18 de enero de 2014

MÁS QUE UN GESTO

                            La calma del encinar
                            MÁS QUE UN GESTO
                                                           Tomás Martín Tamayo
                                                           tomasmartintamayo@gmail.com

Guillermo Fernández Vara ha escenificado esta semana su renuncia al privilegio de aforado que tiene como diputado autonómico. Y he escrito “privilegio” y no “derecho” porque es en eso en lo que se ha convertido. Lo ha hecho ante notario y lo acompañará presentando una iniciativa en la Asamblea de Extremadura, supongo que para abrir un debate sobre los privilegios de la clase política. La calle no está muy al tanto de lo que es el aforamiento y posiblemente, hasta ahora, no se haya enterado de que esta prerrogativa, que parecía exclusiva de los diputados nacionales y senadores, nuestro Estatuto de Autonomía también la reserva para proteger a los diputados autonómicos. Dicen que es un brindis al sol, porque en el fondo no depende de él y, aunque renuncie, en caso de conflicto judicial sólo puede ser juzgado por el Tribunal Superior de Justicia de Extremadura.
 
¿Qué ha pretendido entonces Fernández Vara con una iniciativa tan aparentemente inútil? Ha explicado: “Los políticos no podemos tener más derechos que el resto de los ciudadanos. Yo no puedo estar todos los días defendiendo que los ciudadanos son absolutamente iguales en derechos y deberes y por el hecho de ser político, tener más derechos que los demás…”. Quiere debatirlo en sede parlamentaria, pero lo más probable es que la iniciativa sea rechazada por PP/IU.  De entrada, el debate sobre los privilegios está servido y eso es positivo. La historia está llena de gestos que cambiaron su curso y, en ocasiones, los gestos han abierto y cerrado leyes y costumbres que parecían inamovibles. El Senado romano dictaba sus leyes interpretando los gestos de Tiberio, a pesar de que el esquivo emperador afirmaba que sólo él podía interpretarlos.

El Papa Francisco iba por la plaza de San Pedro en su “papamóvil”, vio entre la multitud a un sacerdote amigo, paró el coche, lo abrazó y lo invitó a subir al vehículo. ¿Cambia ese gesto el curso de la historia? Evidentemente no, pero subraya una diferencia y marca una tendencia tan clara que no necesita explicación alguna. ¿Se abre el manto del universo porque el Papa bautice en la Capilla Sixtina a la hija de una pareja casada por lo civil? No, aparentemente es otro gesto intrascendente, pero con tanta carga que, en el fondo y en la forma, desautoriza a todos los que, hasta ahora, han negado el bautizo a hijos de padres no casados por la Iglesia Católica.


La clase política es en uno de los principales problemas de España y su endogamia es tan ridícula que se está haciendo aborrecible por una calle cansada de tanta corrupción y tantos privilegios. Y lo peor no es el desprestigio de los políticos, sino la desafección hacia una democracia convertida en partitocracia y cada día más cuestionada por el bandolerismo de unos pocos. Creo que esta iniciativa de Fernández Vara es la primera que se presenta en España por un político en activo, para abrir el debate y poder revisar ciertas prerrogativas que se han convertido en meros colchones de seguridad para el aforado. Una cosa es proteger a un diputado como representante del pueblo y otra, bien diferente, ampliar la protección a actividades delictivas, facilitando dilaciones y salvavidas a chorizos, sinvergüenzas y gentes de mal vivir. No parece inútil el gesto de Fernández Vara y creo que los políticos honrados, que los hay, deberían, como ha hecho él, vaciarse los bolsillos para poder pasar el detector de los privilegios. Por algo se empieza.

1 comentario:

Felipe Sánchez Barba dijo...

Creo que ha abierto un camino necesario que -estoy convencido- rompe cristales desde la buena Fe y el firme convencimiento de lo que hace.