La calma del encinar
MÁS
QUE UN GESTO
Tomás Martín Tamayo
Guillermo Fernández Vara ha escenificado esta semana su renuncia al
privilegio de aforado que tiene como diputado autonómico. Y he escrito “privilegio”
y no “derecho” porque es en eso en lo que se ha convertido. Lo ha hecho ante
notario y lo acompañará presentando una iniciativa en la Asamblea de
Extremadura, supongo que para abrir un debate sobre los privilegios de la clase
política. La calle no está muy al tanto de lo que es el aforamiento y
posiblemente, hasta ahora, no se haya enterado de que esta prerrogativa, que
parecía exclusiva de los diputados nacionales y senadores, nuestro Estatuto de
Autonomía también la reserva para proteger a los diputados autonómicos. Dicen
que es un brindis al sol, porque en el fondo no depende de él y, aunque
renuncie, en caso de conflicto judicial sólo puede ser juzgado por el Tribunal
Superior de Justicia de Extremadura.
¿Qué ha pretendido entonces Fernández Vara con una iniciativa tan
aparentemente inútil? Ha explicado: “Los políticos no podemos tener más
derechos que el resto de los ciudadanos. Yo no puedo estar todos los días
defendiendo que los ciudadanos son absolutamente iguales en derechos y deberes
y por el hecho de ser político, tener más derechos que los demás…”. Quiere
debatirlo en sede parlamentaria, pero lo más probable es que la iniciativa sea
rechazada por PP/IU. De entrada, el
debate sobre los privilegios está servido y eso es positivo. La historia está
llena de gestos que cambiaron su curso y, en ocasiones, los gestos han abierto
y cerrado leyes y costumbres que parecían inamovibles. El Senado romano dictaba
sus leyes interpretando los gestos de Tiberio, a pesar de que el esquivo
emperador afirmaba que sólo él podía interpretarlos.
El Papa Francisco iba por la plaza de San Pedro en su “papamóvil”, vio
entre la multitud a un sacerdote amigo, paró el coche, lo abrazó y lo invitó a
subir al vehículo. ¿Cambia ese gesto el curso de la historia? Evidentemente no,
pero subraya una diferencia y marca una tendencia tan clara que no necesita
explicación alguna. ¿Se abre el manto del universo porque el Papa bautice en la
Capilla Sixtina a la hija de una pareja casada por lo civil? No, aparentemente
es otro gesto intrascendente, pero con tanta carga que, en el fondo y en la
forma, desautoriza a todos los que, hasta ahora, han negado el bautizo a hijos
de padres no casados por la Iglesia Católica.
La clase política es en uno de los principales problemas de España y su
endogamia es tan ridícula que se está haciendo aborrecible por una calle
cansada de tanta corrupción y tantos privilegios. Y lo peor no es el
desprestigio de los políticos, sino la desafección hacia una democracia
convertida en partitocracia y cada día más cuestionada por el bandolerismo de
unos pocos. Creo que esta iniciativa de Fernández Vara es la primera que se
presenta en España por un político en activo, para abrir el debate y poder
revisar ciertas prerrogativas que se han convertido en meros colchones de
seguridad para el aforado. Una cosa es proteger a un diputado como
representante del pueblo y otra, bien diferente, ampliar la protección a
actividades delictivas, facilitando dilaciones y salvavidas a chorizos, sinvergüenzas
y gentes de mal vivir. No parece inútil el gesto de Fernández Vara y creo que
los políticos honrados, que los hay, deberían, como ha hecho él, vaciarse los
bolsillos para poder pasar el detector de los privilegios. Por algo se empieza.
1 comentario:
Creo que ha abierto un camino necesario que -estoy convencido- rompe cristales desde la buena Fe y el firme convencimiento de lo que hace.
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