sábado, 28 de diciembre de 2013

¿NOSOTRAS PARIMOS, NOSOTRAS DECIDIMOS?

         La calma del encinar
         ¿NOSOTRAS PARIMOS, NOSOTRAS DECIDIMOS?
                                                                   Tomás Martín Tamayo
                                                                   tomasmartintamayo@gmail.com


Ignoro la regulación que sobre el aborto inducido tienen en Francia, Alemania, Inglaterra, Italia, Portugal…, pero, por lo que nos gritan, parece que en Europa mantienen una legislación más permisiva que la recientemente aprobada por el Gobierno del PP, que restringe considerablemente la Ley de 2010 que, entre otros supuestos, admitía la interrupción voluntaria del embarazo durante las primeras 14 semanas, ampliables a 22 en algunos casos. Se dice también que la legislación derogada era una de la más “progresistas” del mundo (a una alta responsable política le he oído decir “del mundo mundial”) y que la que ordenará el proceso a partir de ahora está entre las más “retrógradas”, porque hace buena incluso la de 1986. Sobre los conceptos de progresismo y modernidad no voy a opinar, porque eso supondría entrar en una dialéctica que no nos llevaría a parte alguna y porque, en mi caso concreto, me encuentro en las antípodas de algunos/as progresistos/as que tienen la modernidad en el esfínter anal.

Es preferible ignorar esas patochadas de “el bombo es mío” o “nosotras parimos, nosotras decidimos”, porque el padre, salvo desconocimiento, inhibición o irresponsabilidad, también está involucrado en el “bombo” y pretender excluirlo es aberrante por injusto. Alguno acabaría argumentando “yo conduzco, yo decido”. Estas frases estereotipadas, a las que algunas se aferran como único razonamiento, desvirtúan el debate de fondo, en favor de regüeldos que entran más en el terreno de las vísceras que del análisis sereno, sobre una cuestión que afecta mucho a la mujer embarazada y con problemas devenidos del propio embarazo. No creo que ninguna embarazada se someta a un aborto por capricho y es verdad que con la legislación actual la interrupción voluntaria, con garantías quirúrgicas, queda limitada a las embarazadas con poder adquisitivo para poder trasladarse a un país en el que le practiquen un aborto inducido sin riesgos. También es verdad que esta ley no va a impedir que en España se siga abortando fuera de los supuestos admitidos y, es evidente, que la clandestinidad es un retroceso clamoroso, porque algunas se verán abocadas a ponerse en manos inexpertas, volviendo a los guetos insalubres y de tapadillo, con alto riesgo para sus vidas.

Pero, reconocido lo anterior, tal vez sea muy moderno, pero nada progresista, admitir, como hasta ahora, la interrupción  voluntaria hasta las 14 semanas (ampliables a 22), aún tratándose de menores de 16 años y sin mediar consentimiento ni supervisión de los padres. Es lamentable que en un tema tan sensible nuestros políticos no hayan encontrado el fiel de la balanza, porque pretender imponer un criterio cerrado desde la minoría indica poco respeto e imponer la mayoría no evidencia más razón ni más fuerza argumental. Ni siquiera entre los que, como es mi caso, nos hemos posicionado y nos posicionamos claramente contra el aborto. No voy a recrearme en lo que supone interrumpir un embarazo a las 14 semanas, en las que el feto está perfectamente conformado, corazón, hígado, riñones, cabeza, tronco, extremidades… Tampoco en los procedimientos de desmembración que se siguen para extraerlo. Existen soportes audiovisuales al alcance del que quiera informarse, lejos del interesado griterío de la feria.


 Después de oír muchos exabruptos y descalificaciones, apenas he podido escuchar algún razonamiento nuevo, por lo que sigo manteniendo mi postura contraria al aborto, aún a riesgo de resultar carca y retrógrado. Gallardón no goza de mi simpatía ni de mi confianza desde hace muchísimos años, pero esta ley de interrupción del embarazo, en general, me parece bastante más equilibrada que la de Zapatero/Bibiana Aydo… Sí, ya sé, me van a llover chuzos. Tamayo al paredón.

sábado, 21 de diciembre de 2013

ATADO Y BIEN ATADO

                               Cuentos del día a día
                               ATADO Y BIEN ATADO
                                                           Tomás Martín Tamayo
                                                           tomasmartintamayo@gmail.com



Ante los “sobresueldos”, los trinques de todo color y la corrupción asentada y evidentemente tolerada, un amigo me interroga: ¿Y para qué está el Tribunal de Cuentas del Reino? Se queda boquiabierto cuando le explico que al final del camino esa es una institución “tapadera”, que sirve para justificar lo que en teoría debería perseguir. Tampoco sabía que los integrantes de ese “tribunal”, los del Consejo General del Poder Judicial y los del Tribunal Constitucional, es decir, la cúpula del poder Judicial,  obedecen a un reparto de conveniencia entre los partidos políticos. Y por ignorar ignoraba que el Fiscal General es nombrado por el Gobierno de turno y que todos los fiscales, incluso los más pequeñitos, son sus subordinados, con lo que todo queda en manos de los partidos políticos y de ahí la absoluta impunidad con la que se han movido y se mueven. Y por si queda algún cabo suelto, el Gobierno se reserva la potestad del indulto,  una antigualla reducto del pasado, que data de 1870.

 No sé si Franco finalmente lo dejó todo “atado y bien atado”, aunque es evidente que los pilares esenciales que levantó, e incluso los que designó, siguen siendo base del edificio, 38 años después de su muerte. Con la perspectiva que da el tiempo, bien parece que la propia Constitución que nos dimos como garantía de la ruptura con el pasado, ha servido para perpetuarlo, porque más allá de las formas y los gestos, esta democracia vertical apenas supera el test más liviano. Aparentemente la transición fue como un puente entre una dictadura decadente y una democracia cogida con alfileres, que, pensábamos ingenuamente, iría fortaleciéndose con el tiempo, pero no ha sido así y es el tiempo el que ha dejado en evidencia el abismo entre una democracia de verdad y esta partitocracia que nos está asfixiando y llamando a rebato a muchos nostálgicos, que estaban adormecidos pero que empiezan a ver una oportunidad.

En teoría podemos argumentar que los tres pilares que consagran el sistema democrático, legislativo, ejecutivo y judicial, funcionan con independencia y garantizan la solvencia de España como país ajeno a los sesgos dictatoriales del pasado, pero la realidad evidencia que el reduccionismo lo deja todo en manos de muy pocos y que los partidos políticos se han autoblindado, hoy por ti y mañana por mí, para mantenerse al margen de las reglas que imponen a los demás. Así se explica el desprestigio generalizado de todos los estamentos que apuntalan el sistema, jefatura del Estado, Gobierno, partidos, sindicatos, justicia… y ahora ya ha saltado la aluminosis a un edificio tan sensible como la Hacienda pública, que se ha demostrado carcomida, intervenida y sometida como todos los demás.


 ¿Era esto lo que queríamos? En todo caso es esto lo que tenemos, porque en el fondo y cada día más en las formas, salvando chorradas teatrales de gritos y gestos contra Franco, cada día parece más evidente de que cuando sentenció aquello de “lo dejo todo atado y bien atado” no tenía un subidón de optimismo. Lo que hay que bajar no son estatuas ni nombres en el callejero de cada pueblo, y lo que tenemos que cerrar no es la abadía del Valle de los Caídos, sino las reminiscencias de un pasado que sigue presente, atado y bien atado. Ya toca.

sábado, 14 de diciembre de 2013

CON PERMISO DE USTEDES

                                    La calma del encinar
                                        CON PERMISO DE USTEDES
                                                           Tomás Martín Tamayo
                                                           tomasmartintamayo gemail.com
                                                    
Afortunadamente quedan medios de comunicación que, sin renunciar a su linea editorial, van a su paso, sin dar bandazos ni pretender la plusmarca de las simpatías universales. Ahora no voy a señalar expresamente a ninguno, más tarde sí, pero estoy seguro de que cualquier lector medianamente informado podrá poner nombres y visualizar cabeceras. Después de muchos años los lectores hemos aprendido a separar el trigo de la paja y hemos visto cómo los que ayer apostaban de modo furibundo por opciones concretas, han cambiado y hoy siguen siendo furibundos, pero desde trincheras de conveniencia. Son medios que se ofertan en el mercado y eso lo detecta el lector y tiene consecuencias inmediatas, porque los que se ponen al servicio de algo que no sea la información pura y dura, en cada subasta valen menos y llega un momento en el que no encuentran a quien puje por ellos, porque han perdido todo su valor.

Y ahora sí voy a dar un nombre: HOY. HOY no es un periódico simpático a ningún sector, a ningún credo y a ninguna opción política, porque nadie lo considera como un medio  afín o “de la casa”, y porque el día a día demuestra que si la noticia surge se verá en sus páginas, guste o no guste, para bien o para mal y pese a quien pese. Así fue, así es y... aquí me paro porque yo no me adentro por los vericuetos del futuro. Lo que en ocasiones deberíamos preguntarnos no es por qué una noticia importante sale en un medio, sino por qué la silencian los demás. O por qué HOY permanece, con su linea y sus colaboradores, pese a los requerimientos de los caciques de todo signo y condición, que siempre andan pidiendo cabezas. Los medios de comunicación que surgen al arrullo de opciones concretas tienen la ventaja de gozar del apoyo de esos sectores, aunque consigan al mismo tiempo la animadversión de los opuestos, pero los que salen a la pista para ejecutar el triple salto mortal, sin red protectora, se sobreexponen a la inclemencia de la soledad, porque ni unos ni otros los consideran “cercanos” y, a la vez, todos lo sienten “enemigos”, sabedores de que si llega el caso ocuparán sus páginas y no siempre para poner a sus pies pétalos de rosa.

¿Por qué esta divagación ahora? Pues porque la variopinta sociedad pacense, que es un reflejo muy cercano de la extremeña, anda estos días desconcertada con las noticias que reiteradamente se publican en HOY sobre las conexiones de la Gürtel con el PP extremeño, mientras que otros medios silban y se ponen de perfil. Extremadura vibra poco y se estremece menos, somos una comunidad somnolienta y resignada, que a duras penas sale del sesteo, pero HOY sigue ofertando la información, al margen del eco que se le preste o de la sordina que se le ponga. Y al margen del riesgo de despertar filias o fobias. Yo creo que en HOY saben que cuando los poderosos se hayan ido y otros poderosos ocupen su lugar, el periódico va a seguir siendo el mismo  y sirviendo al interés de sus únicos señores: los lectores. De ahí su credibilidad.


Los de derecha lo sitúan en las cercanías de la izquierda, pero los de izquierda lo ubican en la derecha y los del centro saben que allí ni está ni se le espera. Me viene a la memoria “El maestro”, la canción de Patxi Andión: “El cura cree que es ateo, el alcalde comunista y el cabo jefe del puesto piensa que es un anarquista”. Por HOY han pasado muchos directores y centenares de profesionales, pero no ha cambiado de signo ni de trinchera y eso, tan aparentemente simple, lo hace singular y referente de la información en Extremadura. Y la criatura, que se mantiene de buen ver, va camino del centenario. ¿Dónde estarán los primeros necios que quisieron manipularlo?

sábado, 7 de diciembre de 2013

EL CHOCOLATE NO ENGORDA

                      

La calma del encinar
                      EL CHOCOLATE NO ENGORDA
                                                           Tomás Martín Tamayo
                                                           tomasmartintamayo@gmail.com

Los medios de comunicación, casi a la desesperada, intentan ofrecer algo positivo en medio del maremágnum de malas noticias que tienen que trasportar a diario, pero como no abundan ni son fáciles, cada vez que salta una fruslería de media sonrisa se aferran a ella, para darnos un respiro en medio de tanto despropósito. Recientemente el protagonista ha vuelto a ser el chocolate, porque resulta que un grupo de científicos de la Universidad de Granada ha llegado a la misma conclusión de Hernán Cortés, que en una de sus cartas a Carlos I, le aseguraba haber probado una bebida indígena, a la que llamaban xocolatl, que aportaba vigor, no engordaba y daba a los soldados fuerza para soportar trabajos duros y todo un día de marcha. Supongo que lo de unir en la misma frase los vocablos “marcha” y “chocolate”, fue sin intención premonitoria, pero, a lo que íbamos, los profesores granadinos también han comprobado que el chocolate no engorda.

Pues estupendo, un sabroso notición que, aunque solo sea para incordiar, merece matizarse. Pongamos en un recipiente un puñado generoso de bayas de cacao refinado y añadámosle a la pasta leche, azúcar, miel, manteca, especias, frutos secos o confitados, licores… ¡Ya tenemos un exquisito bombón! El xocolatl o el chocolate no engorda pero el azúcar, la leche, la miel o la manteca no dejan de ser lo que son porque se mezclen con las bayas del cacao. El agua tampoco engorda, pero si se mezcla con harinas, grasas y azúcares podemos llegar a la conclusión de que es fatal para el colesterol. ¿Engorda la lechuga? Pues claro que no y no se necesitan muchos estudios científicos para llegar a esa conclusión, pero ¿quién se come una lechuga? Los condimentos mínimos para una ensalada sencillita son la sal, el vinagre y el aceite, que engorda mucho, aunque nos quieran vender que si es de oliva la cosa se atenúa.

Contra el azúcar refinado surgió una campaña feroz porque engordaba muchísimo, tanto que acabó poniéndonos a todos en manos de los edulcorantes artificiales, pero después vino la ofensiva de las multinacionales azucareras, que nos descubrieron que, fruto de concienzudos estudios científicos, se había descubierto que los edulcorantes producen cáncer. ¿Era verdad? Parece que sí, pero no nos leyeron la letra pequeña del estudio, que decía que era necesario ingerir una media de dos kilos de sacarina al día durante diez años para que el cáncer hiciera acto de presencia. ¿Conocemos a alguien que ingiera dos kilos de sacarina al día y durante diez años? Pues eso. Son las medias verdades que se propagan con intereses comerciales y que curiosamente todo es fruto de “rigurosos estudios científicos” elaborados en alguna universidad, que casi siempre suele ser la de Massachusetts, aunque en el caso del chocolate nos cae algo más cerca porque el descubrimiento lo han hecho en la Universidad de Granada. Calvos han debido quedarse.


Pronto descubrirán que el cine no engorda y nos lo venderán como un descubrimiento maravilloso, por supuesto de la Universidad de Massachusetts. ¿Engorda ir al cine? Ver una película no engorda, pero si la vemos con un bol de palomitas, cocas, chuches y garrapiñados diversos, del cine salimos pesando medio kilo más. Y para acabar un chiste malo: ¿El  turrón engorda? ¡Nada, nada, en absoluto, el turrón no engorda! Engorda el que se lo come. Yatá.