La calma del encinar
I
CAN´T SPEAK ENGLISH
Tomás Martín Tamayo
Para el 93% de los españoles que, como yo, no saben inglés, he titulado
“yo no sé hablar inglés”, pese a que las risas de los últimos días, a cuenta
del ridículo de Ana Botella, puedan dar la sensación de que en España hasta los
espetos de sardinas dominan la lengua inglesa. Para mi lo peor de la alcaldesa
fue pretender dar gato por liebre, gesticulando ridículamente con un discurso
memorizado en un idioma que ignora. Aunque el fondo del discurso era tan malo
como, al parecer, el inglés en el que lo envolvió, resultaba evidente su
sobreactuación, simulando, no precisamente en diferido, un dominio del inglés
que no tiene. Ridiculazo. No ponerse unos cascos de traducción para aparentar
seguridad, salir por peteneras, respondiendo a lo que no se le había preguntado
y echarle jeta al asunto, la dejaron mucho más en evidencia que si hubiera
hablado en español, aunque tampoco se le dé especialmente bien.
Pero después del estropicio de la presentación de la candidatura de
Madrid como sede olímpica, no salgo de mi asombro al oír la crítica que se ha
hecho a los dirigentes políticos, desde Suárez a Rajoy, por no saber expresarse
correctamente en inglés. En algunas tertulias, donde se supone que todos los
tertulianos, desde Paz Padilla a Miguel Ángel Revilla, son vecinos de
Shakespeare, llegaron a proponer que
para ocupar una representación política de cierto nivel se pase previamente por
el correspondiente examen “para evitar que hagamos el ridículo”. Y para
ilustrar lo del “ridículo” se proyectan videos de Franco, Zapatero o Sergio
Ramos, esforzándose con la lengua inglesa… Es bueno saber idiomas y desde luego
es conveniente saber inglés, no solo porque en los foros internacionales es la
lengua predominante, sino porque su conocimiento permite andar por medio mundo
entendiéndonos con la gente, pero me parece excesivo que la ignorancia de ese
idioma nos lleve al ridículo como
alternativa.
En caso de necesidad los traductores suplen la carestía y cuando el
primer ministro inglés ha visitado España, como es un palurdo que no sabe
español, viene con su equipo de traductores, que son esos señores que se sitúan
prudentemente detrás del ignorante y sisean bajito y casi al oído. ¿Qué
problemas hay en usar traductores si los tenemos en nómina incluso en el
Senado? Para los del zafarrancho, hay artilugios que permiten pedir unas
cebollas caramelizadas, aunque después nos sirvan aros fritos con témpura. Los
mayores de 50 años tenemos la justificación de que el inglés no estaba en
nuestros planes de estudio, pero, pese a las risas generalizadas, resulta que hoy el 72% de los alumnos españoles tampoco hablan
inglés. ¿Qué razones hay para tanta risa, tanta indignación y tanto rasgar de
vestiduras? Si hacemos caso a las estadísticas, la inmensa mayoría de que se mofan por los que no lo saben, no
tienen ni puñetera idea del inglés, pero se ríen. Se ríen en gilipollas
patatero, que es un idioma que dominan a la perfección.
Y ya que estamos en faena, los ingleses deberían cambiar el sentido de
la circulación vial y adoptar el del resto del mundo. La mejor manera sería
hacerlo escalonadamente, primero los autobuses, un mes después los camiones,
después los coches… The end.
1 comentario:
Dos cosas (bueno, tres)
- más que ingleses, británicos
- no sólo los británicos conducen por la izquierda: irlandeses, malteses, indios, japoneses, australianos... y así hasta el 34% por ciento de la población mundial
- sobre el inglés de doña Ana: yo no juego bien al futbol, por lo que nunca jugaré en Primera. Si lo hiciera por el único motivo de ser el esposo de alguien, la gente tendría derecho a protestar, no?
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