sábado, 21 de septiembre de 2013

EXTREMADURA SIN REMEDIO

                              

 La calma del encinar
                            EXTREMADURA SIN REMEDIO
                                                           Tomás Martín Tamayo
                                                           tomasmartintamayo@gmail.com

Lo peor de nuestra situación es que la aceptamos con una resignación, maldita resignación, que tiene poco de cristiana pero mucho de cobarde. Extremadura soporta su ruina, impávida, cabizbaja, sometida y rotando la gorra, igual que en los Santos Inocentes, como si no hubiera solución alguna para nuestra dramática situación, camino de los 200.000 parados, y fuera sentencia bíblica que le quiten el pan de la boca para gastárselo en farolillos, confituras y matasuegras. En pocas ocasiones, como ahora,  he visto en un documento oficial, la plasmación de la burla macabra y la desvergüenza que supone desviar inversiones de centros de educación infantil y primaria, por un importe de 521.676.58 euros, para pagar el extraño guateque de los premios Ceres de teatro. Esto es algo que no tiene justificación y que indica claramente las prioridades de los que nos gobiernan, amén del desprecio que les merecemos como gobernados. Los premios Ceres, que ya los rechazaron en otras comunidades por su elevado coste, han encontrado cobijo en Extremadura y aquí los pagamos, como si nos sobrara, a costa de ya sabemos qué.

Supongo que no soy el único con dificultades para encontrar respuestas y  argumentos a determinaciones irracionales. En la dialéctica del día a día todos hemos aprendido a pertrecharnos de cierto blindaje e incluso, ante lo imprevisible, podemos dar un capotazo  para que el morlaco pase causando el menor daño, pero con  lo estrafalario y lo inconsistente somos muchos los que nos quedamos colgados de la brocha. Recibir a “porta gayola” es cosa de toreros preparados para el salto imprevisible del animal, cuando, cegado por la luz, sale dispuesto a empitonar al mismísimo sol,  pero fuera de la torería son pocos los que tienen temple para razonar con un tren que se aproxima bufando, ciego, sordo y sin frenos.  Pirrón,  el primer filósofo griego que hizo de la duda el problema central de su filosofía, (270 a de C), decía que “las determinaciones irracionales tienen poca consistencia pero mucha fortaleza” y su sentencia sigue hoy plenamente vigente. Sobre todo en Extremadura, donde somos capaces de digerir sin vomiteras que nos quiten el pan para gastárselo en juergas.

Se puede razonar, dialogar y discutir con un semejante, pero lo estrafalario  tiene a su favor la fortaleza de lo irracional, aunque sus argumentos carezcan de la menor consistencia. En la distancia corta, como sorprenden, llevan siempre las de ganar, aunque el desbarajuste mental los desarme una vez que ha pasado el furor de la embestida. Pero los hay que, sin ser brutos ni irracionales, utilizan el tambor como estrategia y aún sorprenden más porque no se espera de ellos que entren como monos aulladores en plena misa, alarmando a toda la feligresía. Es el caso de lo que está ocurriendo en Extremadura. Nos están sorprendiendo con golpes fatuos de audacia y determinaciones meramente publicitarias que incluso nos dejan sin respuesta porque nos cuesta creer que en medio de la ruina generalizada en la que nos estamos convirtiendo, nos vendan casi a diario fanfarrias y coheterías, haciendo de lo superfluo lo esencial y de lo esencial lo superfluo.


Somos una ruina a la que están arruinando más y más, prevaliéndose de nuestra mansedumbre, conformismo y pasividad. ¡Viva la siesta!

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