sábado, 11 de mayo de 2013

IMPUTADÍSIMA


 La calma del encinar
                              IMPUTADÍSIMA
                                               Tomás Martín Tamayo
                                               tomasmartintamayo@gmail.com

Con dos votos a favor y uno en contra, la Audiencia de Palma ha levantado la imputación a la infanta Cristina, haciéndole un elocuente corte de mangas al juez Castro, que ahora deberá concluir el sumario en plan “aterriza como puedas” porque no podrá rellenar los baches que en el sumario llevan el nombre de la infanta.  Pero el juez discrepante de la Audiencia ha hecho público su criterio, sin perderse en sofismas legales y para que todo el mundo pueda verificar que la supuesta igualdad ante la Ley no pasa de las palabras, porque los hechos, como es el caso, demuestran que la Ley es una cosa y la justicia otra bien diferente. Ante la Ley da igual Agamenón que su porquero, pero después llegan los jueces y a Agamenón le ponen alfombras sembradas de pétalos y de su porquero nunca más se supo. Ni el nombre.
 
Según nos dice el juez, el tercero en discordia, resulta que el fiscal que recurrió la decisión, jamás, en toda su larga carrera, se había opuesto una imputación, lo que resulta tan llamativo como sospechoso. Manda “güevs” que se haya estrenado precisamente ahora ¿Y qué pensar de la diligente abogacía del Estado, auto invitándose a la celebración y metiéndose en un patatal que no había pisado jamás? ¿Y el Gobierno, por boca de su ministro de Exteriores, celebrando la buenísima noticia? ¿Y el fiscal General lanzando cohetes de alegría? Finalmente, resulta que los dos jueces que han levantado la imputación, tampoco habían hecho nunca antes algo semejante. ¡Vamos, que se han estrenado todos con este caso! ¿Todos iguales? Que sí, que sí, que por el mar corren las liebres y por el monte las sardinas. A pesar de las grotescas evidencias, ¿no debemos ser tan maledicientes como para ver en todo esto trato de favor e interés alguno por parte de los poderes públicos? Sí, todos iguales y como diría Marujita Diaz, “chim-pón”.

Lo que no ha conseguido el fiscal, ni la abogacía del Estado, ni los dos jueces de la Audiencia de Palma, es levantar la imputación de la hija del rey en la opinión pública, donde si antes estaba imputada, ahora está imputadísima por lo suyo y por el aparatoso trato de favor recibido.  Veremos en qué acaba este enredo, pero creo que flaco favor le han hecho a la Casa Real con esta demostración empírica sobre una desigualdad que deslegitima y pone en evidencia conceptos básicos de toda democracia medianamente solvente. Si ya chirriaba en la opinión pública la “imputabilidad constitucional del rey”, parece cuanto menos lacerante que ésta se extienda también a su hija, pero supongo que los estrategas habrán elegido la senda menos tortuosa y, entre ver a la infanta en el “banquillo” y liberarla de él, habrán sopesado lo más conveniente para el horno, aunque el horno no esté para bollos.

La infanta participaba, opinaba y se lucraba de los estrafalarios beneficios de unas empresas fantasmas, montadas para defraudar, utilizando en origen a la monarquía y barnizadas con apelativos de ONG, pero resulta que ella, pobrecita, no sabía nada. La situación judicial de la hija del rey y esposa del “cerebro” Urdangarin es muy confusa, porque  su imputación está suspendida, pero no anulada, con lo que es posible que, a pesar de tanto trajín, vuelva a ser imputada “por la comisión de delitos contra la Hacienda pública y por blanqueo de capitales”… No, no, yo no lo creo.  José Mota lo resumiría: “luego después, si eso, ya veremos… ¡que tampoco!”

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