sábado, 14 de abril de 2012

EL HEREDERO DE IBARRA





Ibarra ha encontrado en Monago el heredero que no pudo tener en Vara y eso le produce  retortijones de tripas, porque no acierta con la fórmula de ser fiel al PSOE atacando a Vara ni ser látigo del PP ayudando a Monago, así es que ha optado por lo de siempre, por ser fiel a sí mismo y en cada ocasión que se presenta procura lapidar a Vara mientras le tiende puentes salvíficos a Monago. Para Ibarra lo primero son sus vísceras y ese es un mandamiento que tiene cincelado en el ombligo. Haga Vara lo que haga, ahí tiene siempre a Ibarra, émulo del madridista Pepe, buscándole los tobillos, porque ahora es cuando Ibarra está demostrando su amor infinito e inquebrantable fidelidad al PSOE.
¿Tiene motivos el extodo para este “dime de qué se trata, que me opongo”? Vara fue su consejero de Sanidad, su amigo y protegido, pero más allá de respetarlo y guardarle un afecto que se ha demostrado unilateral, nunca quiso ser su clonado ni su réplica política. Con aciertos y con errores evidentes, se mostró tolerante desde el principio, abrió la espita del diálogo, aceptó iniciativas ajenas, se sentó con la oposición, no escupió a nadie, no rompió cristales y suprimió las listas de buenos y malos. Jamás le perdonará Ibarra que no siguiera el un, dos, tres que le había marcado. Pero ni con pedradas consigue que Vara lo imite y se ponga a su altura. A sus zafarranchos de combate, a sus retos tabernarios, buscando en cada esquina el cuerpo a cuerpo, Vara responde con el silencio, o con la sutileza de alguien que se ha investido de paciencia para soportar cualquier rabieta que pueda llegar del que  fue su mentor, hoy convertido en abuelo Cebolleta y trinchera de nibelungos.
Ibarra está cabreado ¿quién lo descabreará? Monago. Lo encandila Monago, porque lo sigue a pies juntillas, lo imita, lo cita, lo señala como su referente y hace que la audiencia vea en él al Ibarra de ayer, con su populismo zafio pretendidamente castúo, su palabrería chirriante,  sus salidas chulescas, el afán por figurar, el empeño en golpear los tambores… Un empresario que estuvo en la conferencia organizada por “Cinco días” el martes pasado, comentaba al salir: “En algún momento he cerrado los ojos y me pareció estar oyendo a Ibarra, incluso en el tono y en la formas de concluir las frases. Ha sido como una vuelta al pasado, veinte años atrás”.
Mientras Vara guardó las distancias, Monago ha entrado a manotazos en la misma dialéctica que Ibarra y, como él, intentando sorprender al personal con estridentes salidas de tono, vacías en el fondo pero ruidosas en las formas; buscando siempre el titular y la polémica. Por esa senda lo tiene fácil y puede prescindir incluso de su gurú personal, porque las hemerotecas están llenas de las propuestas, los desplantes y las mascletás de Ibarra. Para bien o para mal Monago se parece a Ibarra y, como él, también está convencido de que en Extremadura es más importante el ruido que las nueces. Lo jodido es que creo que los dos llevan razón.

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