En política, como en el toreo, en un segundo puedes jugarte la femoral
y muchas veces el éxito depende de un guiño aparentemente imperceptible, pero
que llega al tendido y capta la atención del respetable. El gesto más
afortunado de José Antonio Griñán, presidente de la Junta de Andalucía, fue
evitar la coincidencia de las elecciones andaluzas con las generales, porque
supo anticiparse a la cornada y ver el
desastre que les iba a deparar el morlaco que había engordado
Zapatero. Si las elecciones se hubieran
celebrado conjuntamente el 20-N, Javier Arenas habría sacado la mayoría
absoluta que necesita para gobernar, porque en Andalucía no puede contar con
IU. Allí no mezclan el aceite y el agua. Los artificios de IU-Extremadura no
son extrapolables a ninguna otra comunidad.
El PSOE andaluz se puso a salvo del astado, pero ayudado por las medidas
precipitadas de Rajoy, por su falta de
sutileza y precaución, aprobando en plena campaña electoral una reforma laboral
que deja a la clase obrera a los pies de los caballos de la patronal. El
resultado ya se sabe, Arenas ha fracasado porque con su aparente éxito no ha
logrado el objetivo de dar un vuelco en Andalucía. Sólo tres diputados, un punto, 43.742 votos
separan al PP del PSOE y eso supone un descalabro que tendrá consecuencias
inmediatas. El pasado domingo fue la fecha de caducidad de Javier Arenas, que,
pese a su valía política, tendrá que buscar cobijo fuera de Andalucía. No es
nuevo. Carlos Floriano, el candidato mejor preparado e intelectualmente más
solvente del PP extremeño, también hizo la maletas, porque no tuvo la suerte de
estar en el lugar adecuado en el momento oportuno.
Andalucía, después de treinta años, seguirá en manos del PSOE y en
Asturias no se ha aclarado nada. El Foro de Cascos se ha dejado tres o cuatro
escaños en la gatera, el PP mantiene los suyos, el PSOE ha subido. IU se queda
como estaba y UPyD, que ha logrado entrar en el Parlamento, puede, con un solo
diputado, ser el árbitro de la decisión final. Foro y PP pueden llegar a la
mayoría absoluta, aunque a Álvarez Cascos también le queda la opción de ceder y
pactar con el PSOE. El PP, que se portó con él de forma torpe, desconsiderada,
grosera y prepotente, perdió una comunidad que tenía ganada. Estará mucho
tiempo pagando esa factura, porque los errores se pagan y los absolutos se
pagan absolutamente.
Bajando desde Asturias, o subiendo desde Andalucía, está Extremadura,
con un Gobierno en minoría, el único del PP sostenido por IU, algo que chirría
en la dirección federal de la coalición y en gran parte de su militancia.
Situación esperpéntica que no puede sostenerse porque es ridículo oponerse a
las políticas del PP y apoyarlas al mismo tiempo. Esto acabará posiblemente en ruptura, con el
relevo o la expulsión de algún diputado. Es el mejor escenario para un
posibilista como Monago, porque lograría
así la mayoría absoluta que la urna le negó, sumando uno, dos o tres diputados
más. “Gato negro o gato blanco… ¡lo importante es que cace ratones!”
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