miércoles, 28 de diciembre de 2011

INOCENTE, INOCENTE


Hoy es el día del cliente de la CAM que depositó 36.000 euros en un fondo de inversión hasta el año 3000 y que, por no haberse leído la letra pequeña, no podrá recuperarlo hasta dentro de 982 años… Urdangarin (sin tilde), también se considera “inocente, inocente y víctima de una conspiración”. Es verdad que todavía no está imputado y que, hasta ahora, todas las sentencias condenatorias son callejeras, pero el goteo de informaciones que cada día se conocen, sin rectificación ni matización de parte, dejan claro que el juez que instruye el sumario se lo está tomando con calma y está haciendo con el yerno del Rey una excepción que deja en evidencia la imparcialidad de la señora con los ojos vendados. El Rey dice que “todos somos iguales ante la Justicia”, pero, sin pretender corregirlo, yo creo que todos somos iguales ante la ley, porque la Justicia es otra cosa.

Cada nuevo capítulo añade pólvora al fuego de una situación que va de mal en peor para el yerno- cuñado-esposo, para la esposa-infanta-hermana y para la Familia Real que, al parecer, conocía las andanzas del afortunado matrimonio. No olvidemos que la hija del Rey, además de sentarse en el consejo de administración, levantando actas como secretaria, era propietaria del 50% de la empresa y los pingües beneficios que el asunto generaba iban a la buchaca común, aunque el único imputado sea Diego Torres, secretario personal de las hijas del Rey, tercero en discordia y, hasta ahora, único chivo expiatorio.

La propia Casa Real no parece creer en la condición de “inocente, inocente” y además de calificarlo de “poco ejemplar”, aclara que en 2006 detectaron las atípicas actividades mercantiles de Urdangarin y le aconsejaron dejarlas y alejarse, camino de Washington, para ocupar el puesto dorado que le habían conseguido como altísimo ejecutivo de Telefónica, la empresa que quiere poner a diez mil de sus empleados en la calle. Lo que no se sabe es si, además de buscarle el enchufe americano, la Casa Real movió ficha para que la Justicia tuviera acceso a las primeras indagaciones sobre un caso que, aunque circunscrito exclusivamente a las responsabilidades del matrimonio, afecta de lleno a la institución monárquica. Hasta ahora, la Casa Real no ha dicho nada de la esposa-infanta. Tiempo habrá para verificar lo iguales que somos todos ante la Justicia.

Si desde 1996 conocían los trapicheos de Urdangaarín &Company (digámoslo así) tardía parece la reacción de la real familia, pese a que, como se ha visto ahora, tuvo un conocimiento muy madrugador de las hazañas del Midas. Hasta que la marea de espeso chapapote no llegó a la opinión pública, la Casa Real prefirió ponerse de perfil y sólo cuando el caso se hizo clamor popular, decidió dar unos pasos tan necesarios como tardíos. El mensaje del Rey, es verdad, marcó distancias y equilibró balanzas con alusiones clarísima, aunque no podemos olvidar que Urdangarin no ha salido de la categoría de “presunto” y no se puede ser presunto y real al mismo tiempo. No se si me entienden.

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