miércoles, 19 de enero de 2011

NOS ESTÁN COCINANDO


Hace años leí la sentencia de un violador, ingresado en la prisión de Badajoz, que, sin negar la autoría de su delito, argumentaba como atenuante que siempre usaba vaselina para violar a sus víctimas. He recordado la anécdota al recibir un correo electrónico, “la metáfora de la ranita”, que cuenta que a una ranita la depositaron en un cazo con agua, que pusieron a hervir. Al principio el batracio se sintió feliz porque el cazo estaba limpio, el agua clara y ella se podía desplazarse mientras el agua se calentaba casi imperceptiblemente, poco a poco. El agua tibia aportaba una sensación placentera y la ranita se sentía feliz. El agua siguió calentándose, aumentando su temperatura décima a décima, grado a grado, y la rana comenzó a sentirse incómoda. Aquello ya no le resultaba relajante, su piel comenzó a resentirse y sus músculos perdieron elasticidad.

Como todo había sido muy lento, le fallaron los reflejos y decidió estarse quieta, pararse y esperar, pero cuando quiso saltar fuera del cazo ya estaba atrapada porque el lento cocer había agarrotado su instinto de supervivencia y, sin fuerzas, se entregó resignadamente, mientras los borbotones del agua la ocultaban en el fondo. Si a la rana la hubieran zambullido en el agua caliente desde el principio, habría croado con rabia, saltando fuera como un resorte, pero el lento cocer la agarrotó, limitó sus reflejos y murió sin luchar, mansa, aceptando con resignación un final que podía haber evitado usando sus energías.

El violador intentaba atenuar la violencia usando la vaselina, pero eso no evitó que sus víctimas se sintieran agredidas. Si hubiera usado el paso a paso, el poco a poco, la vuelta imperceptible del torniquete, y el lento cocer del agua, sus víctimas habrían aceptado la violación como un acto lógico y natural, sin denuncias ni aspavientos… Eso es lo que nos está pasando, nos están violando sin vaselina, pero cociéndonos a fuego lento, lo que nos hace más indolentes, acomodaticios y vulnerables.

Sí, a España también la están cocinando lentamente. Cada día dan más calor al puchero y, como la ranita, lo aceptamos todo, resignados al agua hirviendo, esperando que pase el tiempo, sin hacer nada. A base de cocer y cocer, España es hoy un pueblo sin resortes, atrofiado, sin gallardía, sin energías y casi sin dignidad. Mientras la mitad de España roza los límites de la pobreza, cinco millones de parados miran el agua hirviendo con miedo y familias enteras tienen que bajar la cabeza, humilladas, camino de los comedores sociales, con su dinero, unos desalmados, socialistas y nacionalistas, montan una costosísima Torre de Babel en el Senado para hablar payasadas, riéndose del dolor ajeno en cuatro idiomas. Más de 350.000 euros anuales costarán esta última pirueta de unos políticos asentados en la grotesca banalidad de una representación que no ejercen y acomodados en unos sillones que no merecen. España a la deriva mientras el Senado se divierte dando más fuego al puchero. Nos están cocinando lentamente, pero nosotros quietos, con cara de alucinados y sin parpadear mientras nos achicharran. Silencio, que nadie se entere.

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