jueves, 9 de septiembre de 2010

LAZOS NEGROS


Cansados de llamar a una puerta herméticamente cerrada, de esas que no dejan salir ni un protocolario acuse de recibo, un numeroso grupo de extremeños ha decidido organizarse en “Guadalupex” para que Guadalupe se integre en una de las tres diócesis extremeñas. El día de la Patrona, ante tanto lazo negro reivindicativo, surge la primera interrogante en algunos fieles que acudían, incluso desde Almería, para depositar un ramo de flores a los pies de la Virgen: “Ah, pero ¿es que Guadalupe no está en Extremadura?”. Hay que explicarles que Guadalupe es un pueblo extremeño, pero que la división eclesiástica no siempre coincide con la política y que la Iglesia, siempre larga, pero no siempre sabia, tiene determinado que Guadalupe dependa de la diócesis de Toledo. La segunda interrogante, ”por qué”, ya no es tan fácil de responder.

Según ha manifestado el arzobispo de Mérida-Badajoz, él ha hecho sus deberes y, sin dar tres cuartos al pregonero, ha llevado hasta Roma la solicitud de que Guadalupe se integre en algunas de las diócesis de Extremadura, pero parece que al bueno de don Santiago le han hecho el mismo caso que a todos los que le precedieron en la petición. Está claro que la llave de Roma la tiene, bajo siete llaves, el cardenal primado, Antonio Cañizares, que, como se sabe, tiene su sede en Toledo. El sentir general, incluso dentro de una gran parte del clero, es que mientras no cambie la correlación de poder, Guadalupe jamás pasará a integrarse eclesiásticamente en Extremadura, porque el primado pesa mucho y maneja con soltura el lenguaje político.

Pese a Guadalupex y pese al sentir general de los extremeños, la Iglesia calla pero no otorga, aunque a la hora de pedir para acondicionar o reparar el Monasterio, se acuerde más de Extremadura que de Castilla-La Mancha y sean los extremeños los que con sus donativos ayuden mayoritariamente a mantenerlo. Guadalupe es Extremadura, está en Extremadura, habla, ríe y llora en extremeño y es absurdo que el “día grande”, que además es el día de Extremadura, la misa solemne la oficie el arzobispo de Toledo, asistido por los tres obispos extremeños. Para redondear la “humillación” sólo faltaba que el lugar reservado al presidente de la Junta, lo ocupara el presidente de la Junta de Castilla-La Mancha. Por cierto, que produjo cierta desazón entre los miles de fieles que lucían el lazo negro, que ni el presidente de la Junta ni ninguno de los consejeros, sea atrevieron a llevarlo. Tampoco lo hicieron los representantes de la oposición.

Los miles de lazos negro deberían mover al inamovible Cañizares, antes de que el sentimiento noble que aglutina Guadalupex tome derivas indeseables para todos. Es verdad que la división eclesiástica y la territorial obedecen a razones diferentes, porque diferentes son sus orígenes, pero en el caso de Guadalupe y de Extremadura, se dan circunstancias e identidades que, razonablemente, exigen una rectificación para que lo que está en Extremadura y es de los extremeños, no siga “porque yo lo digo”, en Castilla La Mancha. La cerrazón suele ofender al que tiene razón. Y ese es el caso.

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