viernes, 30 de julio de 2010

MOVER LAS BANDERAS



Después del partido un vecino bajaba en el ascensor envuelto en una bandera de España. Iba a celebrar el triunfo de los del Bosque y se mostraba entusiasmado y pletórico: “Ya tenía yo ganas de hacer esto, en plena calle y sin que nadie me señale como carca o ultra”. En cada bandera ondeada puede haber una razón diferente, pero creo que la de aprovechar la licencia de un éxito futbolístico para quitarse los complejos y lucir sin rubor la bandera nacional, ha estado muy extendida. Leo que en Cataluña y en el País Vasco la bandera de España se ha asomado a los balcones y ha salido a la calle pintada en la frente y, posiblemente, en el corazón de muchos que no se atreven a hacerlo sin la justificación de un acontecimiento deportivo. Durante un mes, la bandera se ha achicharrado en los balcones, y en la antena de los automóviles. Ha salido de los baúles y ha permanecido colgada como reclamo comercial en la puerta de muchos establecimientos. Sin complejos y como símbolo de un sentimiento común.

Es una pena y no sé cómo hemos podido llegar a esta vergüenza de ocultar cobardemente el símbolo de España por temor a que nos identifiquen… ¿A que nos identifiquen con qué? En todos los países lucen y respetan su enseña nacional, que está por encima de cualquier confrontación o desavenencia política o social. Portugal se identifica en su bandera, Francia se inclina ante su bandera, Alemania se arrodilla ante su bandera… y en Estados Unidos está en los patios, en las fachadas, en los salones y en las habitaciones, porque los norteamericanos en la bandera ven a su patria, que es un sentimiento que supera las alambradas pueblerinas. Ha habido ejecutados a la pena capital que pidieron ser cubiertos con la bandera tras la inyección letal… ¿Qué ha pasado en España para que nos sintamos temerosos y avergonzados de lucir nuestra bandera en el ojal de la chaqueta o en el cierre del reloj?

El verano pasado, en San Sebastián, llevé el coche para que me lo lavaran y el encargado, un paisano de Zafra, amigablemente me dijo que mientras anduviera por allí lo mejor era desprender de la trasera de mi vehículo un trozo de plástico con los colores de la bandera: “Puede usted dejar pegada la de Extremadura, pero le aconsejo que no se pasee mucho con la bandera de España, porque le pueden destrozar el coche o algo peor”.

Odio a España y a sus símbolos… ¿en España? Esto es muy difícil de explicárselo a un extranjero, porque solo puede encontrar acomodo en mentes cobardes y oxidadas. ¡Pero si estamos consintiendo que se sancione la rotulación de un cartel en español! El título VIII de nuestra Constitución debe ser revisado de inmediato, antes de que la carcoma de la necedad, con marchamo de los nacionalistas separatistas, que son minorías, pocos y gilipollas, produzca aluminosis en todo el edificio. ¿Debemos guardar las banderas hasta el próximo campeonato del mundo? Si seguimos por esta deriva acabaremos identificando la bandera de España con la de un club y entendiéndonos en portugués, francés o… ¿O catalán? España está prohibida en España y ser español es una provocación. Casi una herejía.

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