miércoles, 11 de noviembre de 2009

EL FAISÁN PODRIDO



Francia se subió a la lucha contra ETA con tiempo, sangre, sudor y lágrimas, porque durante muchos años permaneció en una especie de torre vigía, viéndolas venir, silbando y, en muchas ocasiones, mirando para otro lado. El territorio francés era una garantía para los etarras, que sabían que si lograban cruzar la frontera conseguían un pasaporte de inmunidad, porque al margen de los gestos grandilocuentes de colaboración, aquello no se materializaba en nada. Pero cuando Francia se decidió, lo hizo de verdad, dejó de templar gaitas y comenzó a complicarle la vida a los terroristas de tal forma que casi estaban más seguros aquí que allí. Ante esta realidad, no es difícil imaginar la cara de los franceses cuando comprobaron que mientras ellos andaban pistola en ristre deteniendo terroristas y jugándose el bigote, en España andábamos con paños calientes, levantando el pie del acelerador, viendo imaginarios “hombres de paz” y, desde las propias fuerzas de Seguridad del Estado, dando chivatazos a la banda, para que no cayeran en manos de las propias Fuerzas de Seguridad del Estado. Un espectáculo bochornoso que nos dejaba con el culete al aire ante todos los que, como Francia, habían incluido a ETA en el listado del terrorismo.

Al chivatazo lo bautizaron como “Operación Faisán”, porque así se llamaba el bar de Irún donde se iba a reunir el aparato de extorsión de la banda. La policía estaba al tanto de la reunión y lo tenía todo preparado para proceder a la detención de los etarras, pero… Pero la reunión no se celebró porque desde la propia policía se dio un chivatazo a los terroristas para que no acudieran a la cita en El Faisán. Toda la prensa francesa, incluido editoriales de los periódicos con mayor tirada y prestigio, se hizo eco de la traición de la policía española contra la policía española y a favor de la banda terrorista. Un escándalo en toda la Europa comunitaria, tratado con sordina en España.

¿Quién había ordenado el chivatazo? La investigación cayó, cómo no, en manos de Garzón y colorín colorado… Pero el juez estrella-estrellada, se fue a hacer las Américas y su sustituto tomó decisiones lógicas que a Garzón “no se le habían ocurrido”: Apartó a los sospechosos de la investigación y la encomendó a la Guardia Civil, que comenzó a levantar las alfombras y a sacudir el polvo. Estaban despertando lo que con Garzón estaba dormido, pero cuando se encontraban cerca de la meta, Garzón concluyó precipitadamente su gira americana, recuperó el sumario y lo primero que hizo fue apartar a la Guardia Civil de las indagaciones y pasarlas de nuevo a la policía. A la misma policía sospechosa de haber dado el chivatazo. Lo segundo fue cruzarse de brazos.

Tres años después, Garzón no ha logrado avanzar nada y seguimos en el mismo “colorín-colorado, pero con el aderezo de que ahora el fiscal considera que lo mejor es echar una palada de tierra sobre El Faisán y olvidarnos del asunto. ¿Quién da instrucciones a la Fiscalía? ¿Un país democrático puede silenciar semejante escándalo, con novecientos muertos encima de la mesa? Mientras que aquí no salimos del Gürtel, también indagado por Garzón, en Francia, Inglaterra, Alemania… mantienen abierta la interrogante del chivatazo a ETA. El diligente Garzón, ni avanza ni retrocede, ni se está quieto ni se mueve, pero se niega a abrir el expediente de lo indagado porque dice que hay testimonios que afectan a la Seguridad el Estado. ¡Acabáramos!

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