sábado, 12 de septiembre de 2009

EL ENIGMA DE PONCIO PILATOS


RECENSION EN LA REVISTA DE ESTUDIOS EXTREMEÑOS

UN ENIGMA RESUELTO

Antonio Salguero Carvajal

Cada cierto tiempo alguien lanza al aire la interrogante de si la Literatura sirve para algo y, normalmente, esta incógnita se queda en una pregunta retórica pues nadie suele contestarla, quizás por las connotaciones que se pueden derivar de tan escueta formulación. Sin embargo, hace poco esta duda ha sido resuelta con facilidad por Tomás Martín Tamayo no respondiendo directamente a la pregunta sino escribiendo El enigma de Poncio Pilatos.

Y la ha solucionado porque, con esta ingeniosa novela, Tamayo demuestra que la Literatura sirve, entre otras cosas, para reconstruir (aunque sea desde la ficción literaria) hechos históricos que no se pueden recomponer científicamente tal y como sucedieron, porque no ha quedado rastro documental alguno de ellos y se convierten, perdidos en la memoria del tiempo, en sucesos enigmáticos que, como en el caso de Pilatos, han acaparado el interés general desde que ocurrieron.

Está claro que la reconstrucción de Martín Tamayo no es lo que realmente sucedió como él mismo advierte en una nota introductoria, pero ofrece en cambio un estupendo relato novelado de lo que pudo haber sucedido. Los puristas de la historia no le darán importancia al extraordinario ejercicio creador de este novelista porque, según ellos, o se cuenta el suceso con datos documentados o lo que escriba un “fingidor”, por muy bien compuesto que esté, no tiene valor alguno. Pero la verdad es que ante la nada, es decir, ante el hecho de que continúe el enigma de una figura tan denostada como el incomprendido Pilatos, resulta una estupenda solución la propuesta por Martín Tamayo porque es deseable que, gracias a su novela, se pueda imaginar lo que debió ocurrir a que siga siendo un misterio sin desvelar.

Si a esto se une que la recomposición vale, como si de un documento histórico se tratara, para desmitificar al imperio romano por la denuncia de su insultante corrupción política, a los judíos por su cerril tozudez y al mismo Jesucristo por su silencio, que no ayudó un ápice a las buenas intenciones de Pilatos (a lo mejor porque consideró que no había hecho mal alguno y, por tanto, no tenía de qué defenderse), la invención de Martín Tamayo se convierte en un relato consistente que va más allá de la resolución de un misterio del pasado, pues rellena una laguna histórica al mismo tiempo que realiza un trabajo creativo, largamente ansiado por muchos.

Además, se nota que El enigma de Poncio Pilatos es más que un ejercicio literario, pues Tamayo ha debido de realizar largas y minuciosas investigaciones sobre la situación política de la época, el carácter del emperador Tiberio, la actuación de los prefectos provinciales, los sucesos que llevaron a la crucifixión de Cristo, el momento histórico en que vive Pilatos, la figura central de la novela y, en general, la ambientación de un hecho que sucedió hace ya veintiún siglos en una zona especialmente conflictiva.

A realizar con bien esta ardua y complicada tarea lo ha ayudado sin duda el autor del prólogo que, en un alarde de síntesis, explica sencillamente en sólo unas páginas los distintos enfoques que el escritor-investigador puede adoptar ante un hecho histórico. Consigue así Tamayo componer una ficción literaria que, en la mente del lector, se muestra como una historia muy creíble, de tal manera que Pilatos aparece, desprovisto de enfoques distorsionados por el fanatismo, como un funcionario sensato, eficaz y bienintencionado, que no sólo no se lavó las manos sino que fue el único interesado en absolver a Cristo a pesar del mutismo del maestro, de la ambigüedad de sus superiores y de las maquinaciones de sus enconados enemigos judíos.

A la vez, y a falta de una imposible interpretación histórica del suceso (porque de Pilatos, como explica el autor, sólo existe una sucinta referencia en una inscripción donde sólo se lee a duras penas su nombre), esta fábula novelada resuelve un enigma que muy bien podría haber sucedido como lo cuenta Tamayo, porque no se excede en ningún momento en su tarea creativa ni en la ambientación ni en el diseño de los personajes ni en el tema, donde se limita a ahondar exclusivamente en los sucesos que se ciñen al protagonista.

Como pórtico de esta novela se ha elegido acertadamente una sugerente escena de ambiente clásico, donde aparece Pilatos dirigiéndose a la masa en una actitud indicativa de que se está empleando a fondo para salvar a Jesucristo y de espaldas al lector, quizás para presentarlo como un enigma que se va a resolver en la novela.

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