viernes, 19 de junio de 2009

NO ES ESO, NO ES ESO


A raíz de publicar un par de artículos con referencias críticas hacia la vicepresidenta del Gobierno, Maria Teresa Fernández de la Vega, he recibido algunos correos con chistes sobre ella, con profusión de imágenes, muchas burdamente manipuladas, en las se destaca su fealdad, comparándola con primates y abundando en los costosos modelos de firma que usa para su indumentaria de cada día. Un amable lector me envió “30 fotos de 30 días”, animándome a que indague en el precio elevadísimo de su ropaje, porque, según sus cálculos, ni con el triple del sueldo que cobra como vicepresidenta, podría sufragar el suntuoso gasto en vestidos y complementos. Otro recurre a la portada del Vogue y un tercero me adjunta el estudio económico, que público un periódico nacional, de un grupo de expertos en moda… ¡Gracias, pero nada de esto me interesa!

Yo estoy agradecido al que me lee, esté o no esté de acuerdo con lo que escribo y también a los que se toman la molestia de manifestarme su criterio sobre mis opiniones, pero resulta que lo que menos me importa de la vicepresidenta del Gobierno es su belleza, su aspecto físico o su indumentaria. No es eso. Creo sinceramente que no es criticable ni censurable que esa señora no sea una beldad estandarizada y que recurrir a eso es descender, irse por las ramas y carecer de argumentos. La madre Teresa de Calcuta no se caracterizaba por tener un deslumbrante aspecto físico y no por eso dejó de ser admirable y admirada. La belleza o la fealdad nos vienen impuestas de natura y debemos rechazar, por principios morales, éticos e incluso estéticos, descalificar a las personas con clasificaciones tan simplistas. Feas y guapas deben tener un lugar al sol y lo más aberrante es rechazar a una persona por ser gorda, flaca, alta, baja, guapa, fea, joven, vieja, blanca o negra…

A mi no me gusta la vicepresidenta del Gobierno porque sé que miente, porque me resulta cínica, porque es capaz de justificar lo injustificable y, sobre todo, porque tiene un pobre concepto de todos los demás, a los que nos considera poco menos que necios de libro. Su capacidad de histrionismo le permite defender una cosa y la contraria sin cambiar el semblante, porque usa el mismo gesto para lo obvio que para lanzar su repertorio interminable de mentiras ¡Eso es lo criticable en ella! Su belleza o su fealdad no añaden nada para lo que de verdad debe importar en una vicepresidenta del Gobierno.

En YouTube puede verse un video en el que la vicepresidenta, con total oportunismo y desvergüenza, manipula a los alumnos de un instituto, al que había ido para inaugurar el curso. Ése día dio una vuelta más al torniquete de la impudicia verbal que la caracteriza. Sin sonrojarse y con los brazos elevados, casi levitándose, definió los dos modelos políticos que hay en España manipulando la verdad de forma tan torticera, grotesca y ramplona, que resulta vomitivo verla y oírla. ¡Ahí está su verdadera fealdad! La otra, la física, es algo que no debería ser motivo de mofa ni de descalificación. Pérez Reverte, escribió en una ocasión que “ocho de cada diez personas con los que me cruzo por la calle, son feas de cojones” Fue muy generoso.

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