viernes, 22 de mayo de 2009

SORAYAVISIÓN


No sé quien ha quedado peor, si Soraya o el Festival de Eurovisión. A mi me gusta Soraya, por su voz, por su oído y por la aplastante seguridad que despliega sobre el escenario. Creo que es de lo más exportable que tenemos en España, aunque también creo que la canción que llevó a Eurovisión es muy mediocre y no le permite sacar los registros más originales a su voz acantarada de señora cabreada. Es verdad que este año ha habido canciones notables y que la que finalmente ha ganado es agradable y pegadiza, pero el Festival está contaminado por el “fronterismo” cateto, en el que cada cual vota a su vecino y donde los más se imponen a los menos. Eurovisión ha pasado a ser el festival de los países del Este, que han brotado como setas y que se reparten los votos en función de la cercanía, la familiaridad, el folklore común o los intereses comerciales. Siempre fue así, pero lo de ahora es más descarado. Salvando la excepción que han hecho con Noruega, todo lo demás han sido chanchullos e intercambio de cromos, porque en esa sombra de lo que antaño fue el Festival de Eurovisión, importa poco la canción y menos el interprete.

De los veintitrés puntos que sacó España, o Soraya, doce vinieron de Andorra y siete de Portugal, con lo que ya queda dicho todo. En el triplete previsto faltó Francia, porque Francia mira para arriba y en este tinglado tiene más vecinos en el norte que en el sur, pero queda claro que el “yo te doy, tú me das”, es lo que vale, al margen de que España no es hoy en Europa espejo para nadie. Hubo un comentarista, de esos que se consideran “expertos”, que calificó al teatrillo eurovisivo como “desastre sin paliativos porque Soraya ha sacado menos de la mitad de los votos que sacó el Chiquilicuatre”. Yo creo que ese razonamiento comparativo es muy válido, pero para desprestigiar al Festival, que es el verdadero “desastre sin paliativo”. Si en Europa gusta más el Chiquilicuatre que Soraya y oyen mejor el Chiki-chiqui que “La noche es para mí”, que alguien me explique el virtuosismo musical que se vota en Eurovisión.

Nuestra paisana se lo ha tomado como debe tomárselo una persona inteligente. Ella ha visto de cerca el cotarro de unas votaciones en las que España no tenía nada que hacer y sabe que el asunto tenía poco que ver con su canción, con su coreografía o con ella misma. Lo que se hacía en el escenario iba por unos derroteros y lo que se votaba tenía poco que ver con lo hecho sobre el escenario. Y el hecho de que el Chikilicuatre guste más que Soraya, debería ser un serio motivo para que los organizadores del evento, la Unión Europea de Radiodifusión, reflexionaran sobre los derroteros por los que se mueve su invento.

Tampoco faltaron los “expertos” que aseguraron que Europa, después de lo del pasado año, se tomará su tiempo antes de prestar atención a lo que pueda llegar de España y que la Unión Europea de Radiodifusión, tiene clavado con chinchetas el esperpento del Chiki-chiki…

¡Ignoran por esos pagos que los españoles somos unos cachondos y que puestos a votar, podemos votar cualquier cosa!

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