viernes, 3 de octubre de 2008

La Universidad y la melancolía


La Universidad de Extremadura no es precisamente un centro donde se reflejen los problemas de la sociedad extremeña. Casi desde su origen está al margen y, recluida en su torre, sobran dedos de la nariz para contar su implicación en los problemas de la calle. Se me podrá argüir que la Universidad no está para eso, pero supongo que lo de universidad viene de universal y que las islas, aunque sean islas de ciencia y conocimiento, no son muy universales. Nuestra Universidad tiene un corte funcionarial muy marcado y, con excepciones muy excepcionales, sus docentes y sus discentes están a sus horarios y al mundo cerrado de sus papeles. ¿Qué opina la Universidad? O no tiene opinión o la tiene muy escondida.

Sé que nuestra Universidad cumple su cometido académico y que las promociones de licenciados que de ella salen pueden competir, con nota alta, con los licenciados de otras universidades de más renombre y prestigio, pero la nuestra tiene una actitud excesivamente endogámica y casi todo lo que cae al otro lado del campus le es, al menos en apariencia, indiferente. “Independiente y autónoma sí, pero no ajena a la sociedad con la que convive”, en expresión certera del Presidente de la Junta

No estoy reclamando la participación activa que las universidades tuvieron durante la transición, porque aquello era excesivo y finalmente tuvo un coste académico muy elevado, porque entre asambleas de profesores y estudiantes, concentraciones y manifestaciones se iba la mitad del curso. Tampoco reclamo una universidad que se sienta sal de todos los guisos, pero existe el punto equidistante, el equilibrio, y una universidad que se mantiene al margen de la sociedad a la que abastece y de la que se abastece, puede caer en el inmovilismo y la autocomplacencia, que son recursos poco científicos.

La Universidad de Extremadura no se involucra, no participa, no opina y está tan al margen de los problemas de la calle, como la calle de los problemas de la Universidad. Por eso extraña que una intervención, mínimamente reivindicativa de su rector, con motivo de la apertura del curso académico, haya merecido una respuesta airada del presidente de la Junta, en la que pidió a la Universidad menos crítica y más autocrítica. A Fernández Vara le escoció la intervención del rector y después de reclamar a la Universidad más participación, “para que no fuera ajena a la sociedad”, se desdijo y la relegó a su cubil, señalándole su sitio, -¿“zapatero a tus zapatos”?- , para que hiciera menos crítica y más autocrítica . “¡No se metan en política!” que decía Franco.

Con esta actitud de suficiencia por parte de “el que tiene las perras”, se me antoja una fina ironía académica que el profesor Reguera hablara en la primera lección del curso sobre algo tan al pelo como la melancolía: “Tristeza vaga y profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hacen que no encuentre quien la padece gusto ni diversión por nada”· Felicidades.

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