viernes, 20 de junio de 2008

José Tomás


EL toreo no es un mano a mano, un cuerpo a cuerpo entre el toro y el torero, aunque sea eso lo que llene las plazas cuando torea José Tomás. Confundir al torero con un gladiador es práctica muy común, porque solemos acudir a la plaza con la misma disposición con que ayer acudíamos al circo romano.


Antonio Castañares, uno de los mejores críticos y comentaristas de la actualidad, dice que «el toreo consiste en vencer al toro con arte y cabeza». El toreo es inteligencia, dominio, conocimiento y ajuste del tiempo y la distancia. La imagen de un torero corneado, cegado y cubierto de sangre, evidencia más torpeza que valentía. ¿El pressing cast no tiene nada que ver con el toreo!


En la lucha de la cerrazón y la brutalidad el toro ganará siempre, porque embiste, no piensa y es capaz de sentar sus dominios en la vía del ferrocarril, con la pretensión de que sea el tren el que se aparte. Por eso lo de «antes una cornada que un paso atrás», que le atribuyen a José Tomás, puede sonar muy torero y tener el mismo fin que el que se tira de un puente o se pega un pistoletazo en la sien. No hace falta mucha ciencia para que un toro te cornee, sólo tienes que ponerte delante de él y cerrarle la salida. ¿Se paga por verlo torear o por verlo pelearse con el toro?


El toreo es una cosa y el morbo por ver como el toro manda, rompe y destripa, otra bien diferente, aunque ese riesgo esté siempre presente cuando uno se enfrenta con la mayor fuerza animal de la naturaleza. Lo que impresiona y emociona en la lidia es el dominio del torero, el conocimiento sobre el animal, la inteligencia para marcar, mandar y guiar y la capacidad para pintar sobre el lienzo de la arena con dos pinceles de tanto riesgo. Entrar a matar, como lo hizo José Tomás en las Ventas, sin apartarse y disputándole al toro su espacio, es una estupidez de gran calibre.


Se precisa más inteligencia para engañar al toro que para dejarte empitonar por el. Un torero que es corneado por dos toros la misma tarde y tres veces por el mismo, es como un futbolista que falla tres penaltis seguidos, aunque al primero se le aplauda su valentía y al segundo se le pite por su torpeza. José Tomás es un torero épico por temerario, pero también es épico por su torpeza, por su incapacidad para medir la distancia y por la extraña buena suerte de seguir vivo después de tantos mamporros. Él ofrece cada tarde su ración de sangre y, aunque no está exento de arte, misterio y quietud torera, es eso lo que llama a las multitudes. Está empeñado el hombre ha en suicidarse en el ruedo, así es que ¿hagan cola, señores!

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