martes, 30 de octubre de 2007

Reinventar la historia


Creo que algunos nos dan una visión completa de lo que pretenden con la “Educación para la ciudadanía” y la “Recuperación de la Memoria Histórica”: reinventar la historia, reescribirla a placer para hacer verdad aquello de Alfonso Guerra: “vamos a darle la vuelta como a un calcetín a España y no la va a conocer ni la madre que la parió”. Loable premonición que ya tiene rango de ley orgánica, con lo que siguiendo la senda programática de sus apóstoles, habremos de aceptar como verdad absoluta que Franco murió hace 25 años en lugar de 32 y que del franquismo, sin intermedios, pasamos a Felipe González, que fue el que hizo la transición, universalizando la Seguridad Social, alejándonos de la caspa de la familia Ewing, garantizándonos el subsidio, la jubilación, cerrando la inflación, escolarizando a los niños desde el seno materno, levantando polideportivos, sembrando autovías y casas de cultura, trasladándonos en el tren de alta velocidad, metiéndonos en Europa…

Acabamos de enterarnos de que gracias a Felipe González pasamos del piojoso Naranjito al modernísimo Curro de la Exposición Universal, la UCD fue un invento y Adolfo Suárez no existió, sacándonos de un error a los que creíamos que había sido presidente del Gobierno. Según los apóstoles de la patraña, todo este milagro, que asombró al mundo entero, “comenzó cuando los españoles, un 28 de octubre de 1982, le pusieron color a una vida entonces demasiando gris”... Cada uno cuenta de la feria según le va en ella y en este sentido es posible que sea su vida la que se ha despojado de los tonos grises para entrar en el cromatismo del arco iris. Pero sin pretender aguarle la alegría bueno es recordar algunos otros colores que parece olvidar. Vamos a ello.

La foto de Felipe González y Alfonso Guerra, asomándose a una ventana del hotel Palace, luce hoy un amarillento mustio-otoñal-macilento-pringón, no tanto por el tiempo, que 25 años no es nada, sino por lo que supuso de frustración a un pueblo que el 28 de octubre de hace 25 años, se volcó en las urnas, al reclamo de “Por el cambio”. Mayoría absoluta y 202 diputados era el legado que se ponía en manos de Felipe González, tomando el testigo a una débil UCD, que después de ganar dos elecciones, pasó de 168 a 11 diputados. Durante 14 años Felipe González gobernó España como quiso, cuanto quiso y cuándo quiso, perdiendo finalmente las elecciones frente a José María Aznar. Semejante afrenta, 12 años después, sigue escociendo y mucho me temo que el berrinche se alargará durante seis o siete generaciones, porque aquello supuso dejar muchas pudendas al aire y vaciar de mentiras las soflamas de un sistema agotado en 14 años, por corrupto y por trilero, en el que abundó el latrocinio y se facilitó el enriquecimiento de no pocos desalmados, cobijados entre las ubres del poder. Y también por experto en buscar atroches democráticos y por el moderno y singular uso de la cal viva como objeto de blanqueo…

Las secuelas del felipismo contaron pasos por los patios de muchas cárceles y el propio Felipe González, que decía enterarse por la prensa de lo que hacían sus ministros y que con tantos votos fue aupado al poder, se libró por un sólo voto de recorrer él mismo los senderos carcelarios con algunos de sus ministros, gobernadores, secretarios de estado, directores generales… Fue una época de bochorno nacional colectivo, en el que era más conocido el general Galindo, que cualquier ministro y en la que el director general de la Guardia Civil, un tal Roldán, andaba saltando tapias para huir de la Guardia Civil, al alimón con el gobernador del Banco de España, la directora del BOE, policías, delegados del Gobierno…

Felipe González, que presumía de venir de una lechería, fue el gran aliado del gran capital, puso alfombras a las multinacionales, facilitó el enriquecimiento de los propios y cercanos y llenó de cochambre y de temor a una España que aprendió que “el que se mueve no sale en la foto” y que los familiares del poder podían incluso disfrutar de despacho en las dependencias oficiales. Se pretendió enterrar a Montesquieu, metiendo el legislativo, el ejecutivo y el judicial en la misma coctelera; se intentó, con presiones inéditas, neutralizar a la Justicia y se buscó a la desesperada torcer el brazo a los medios de comunicación, primando a los obedientes y persiguiendo a los que ofrecían resistencia.

Presumían de tener un “dossier” de cada españolito, que pendía sobre nuestras cabezas, porque la sensación era de que “el gran hermano” nos vigilaba y sabía cuándo y cómo nos habíamos metido el dedo en la nariz. Enterraron el socialismo, se desprendieron del obrerismo, renunciaron a la república y al marxismo, se entregaron, como hambrientos al pan fácil y acabaron enterrando las ilusiones que más de diez millones de españoles pusieron en la esperanza de una renovación que sólo llegó para mantener los vicios y cambiar los nombres. Esta es la cara real de una etapa que ahora se nos presenta como maná celestial por los que, después de tantos años, siguen disfrutando de la bula felipista. ¿Qué de bien nacidos es ser agradecidos? ¡Ah, bueno!.

miércoles, 24 de octubre de 2007

¿Quién debe irse de España?


En YouTube puede verse el video, del que se ha hecho eco medio mundo. Un fulano de 21 años está hablando por el móvil en el vagón de un tren de cercanías, en Cataluña. Se levanta y ve a una joven de definidos rasgos étnicos -parece que es ecuatoriana- que viaja sola sentada al otro lado del pasillo. El energúmeno, una pobre bestezuela que debería estar atada con una cadena muy corta, sin dejar de hablar por el móvil, se dirige a la muchacha y comienza a golpearla en la cara y le toca el pecho, mientras le dice “puta de mierda, vete a tu país”. La muchacha se achica en el asiento, visiblemente atemorizada y el fulano parece quedar satisfecho con su heroico comportamiento, pero inesperadamente le lanza una patada, más bien coz, en plena cara y vuelve a agredirla hasta que la víctima se levanta y huye. La cámara del tren lo grabó todo y el tiparraco ha sido detenido por la Guardia Civil

Por supuesto que es un hecho aislado, algo repugnante que sólo retrata la ira irracional del tipo que protagonizó la aberración y que está muy lejos del sentir de España, pero el video ha entrado en la conciencia internacional como grano de sal en una herida y España es señalada estos días como un país donde estas cosas ocurren porque pueden ocurrir.

¿Cómo explicarle ahora a la muchacha que eso fue un accidente fortuito, aislado, y que nos hiere a todos tanto o más que a ella? ¿Entenderá que España, entre ella y el mandril que la atacó, siempre se quedará con ella y que es el mandril el que sobra en España?

No sé que hará el juez con el tipillo, esa subespecie de humanoide, pero si lo encierra en la jaula de un zoológico, yo seré uno de los que paguen por verlo.

sábado, 20 de octubre de 2007

¡Él se llama Josep Lluis!


Pues me he pellizcado dos o tres veces, pero no puedo evitar estar de acuerdo con Carod Rovira cuando defiende su nombre, Josep Lluis, y se enfada con los que los que pretenden castellanizarlo. ¿Por qué tenemos que ser tan mezquinos y negar la existencia de la lengua catalana? Yo no leo ni oigo a nadie decir Bladimiro cuando se quieren referir a Vladimir Putín y tampoco decimos Jorge Matorral cuando nos referimos a George Busch, e incluso creo que alguien lo tomaría a broma si decimos Factura Clintón, Antonio Hopkins, Guillermo Shakeaspeare, Ruperto Murdoch, Luis Hamilton… Si Carod Rovira además de llamarse quiere ser llamado como Josep Lluis, creo que está en su derecho y poco trabajo nos cuesta respetar su decisión. El catalán está mas cerca que el inglés o el ruso y la antipatía que pueda despertar el personaje nada tiene que ver con la legitimidad de lo que pide.

Y me he vuelto a pellizcar porque también estoy de acuerdo con él cuando dice que no se siente español. Yo en mis adentros me digo “pues te jodes porque lo eres”. Él no se cree español, pero eso es como si yo me creo torero, Napoleón o presidente de la república chechena. Josep Lluis Carod Rovira es catalán, pero no hay que magnificar sus bobadas ni lapidarlo porque sea un vivales que nos vende constantemente su burra. Cataluña es una comunidad de España y todos los catalanes son españoles, como españoles somos todos los extremeños, andaluces, vascos o gallegos. ¿Qué él dice que no? Pues bueno, que diga lo que le de la gana y que se cabree cuando quiera, pero lo cierto es que nació en España, vive en España, come de España y es vicepresidente de una comunidad española. Todo lo demás son ganas de enredar y entretener al personal con provocaciones infantiles.

“¿Yo me llamo Josep Lluis?” Eso es verdad y Josep Lluis debemos llamarlo. “¿Yo no soy español?” Eso es una gilipollez y no deberíamos darle más recorrido que el que le dimos a El Solitario cuando dijo que él era un defensor de los oprimidos. Hay mucha gente con delirios de grandeza, que viven permanentemente en Fantasilandia y aunque algunos están en centros especializados, otros, como Josep Lluis, son vicepresidentes de una comunidad puntera en España, precisamente por proclamar estas paridas y tener la jeta suficiente como para enfatizarlas y subliminarlas.

¿Qué dónde va Cataluña con don Josep Lluis? No lo sé, pero nuestro personaje manda allí y manda en media España, precisamente por el enorme mérito de ser independentista, despreciar a España y asegurar que él no es español. Puede parecer una simplicidad, pero si es imprescindible ser español para ser diputado, ¿cómo han dejado que se presente a las elecciones un extranjero? ¿Cómo ha conseguido su acta y por qué votan los catalanes a un señor de fuera y que no tiene la nacionalidad española? Su propia confesión debería ser suficiente para retirarle el tenderete que se ha montado. Y lo que ya es desmadre supremo es que también ha sido diputado de las Cortes españolas y de allí ha estado cobrando unos cinco mil euros mensuales. Él, que es muy listo, tiene motivos para pensar que los demás somos medio memos!

¿Qué si hay más respecto a don Josep Lluis? Pues además de mandar en Cataluña, pisa fuerte en España, porque aunque no se siente español no renuncia a ninguno de los privilegios que tenemos por serlo y tiene una influencia decisiva en las leyes que se elaboran para todos los españoles. Tiene tanta influencia y capacidad de decisión, que es uno de los interlocutores más y mejor escuchados por el Gobierno español y TVE le da el mismo tratamiento que a Zapatero, Rajoy, Llamazares y Duran Lleida.

Estas son las cosas que deberíamos analizar y creo que, como país serio, estas son las cosas que deberíamos impedir. Por lo demás ¡bon somni, don Josep Lluis!

domingo, 14 de octubre de 2007

¡El escudo de oro de Mérida!


Parece que el alcalde de Mérida, al salir de su despacho se echa al bolsillo un puñado de “escudos de oro”, por si se encuentra con alguien al que tenga algo que agradecerle. Es un hombre prevenido y con ese criterio de pagar favores y simpatías acabaremos todos teniendo “el escudo de oro”, porque ¿quién no está dispuesto a hacerle un favor al alcalde de Mérida a cambio del “escudo de oro de la ciudad”?. Calle es un hombre amable y agradecido que en un bolsillo lleva caramelos para los niños y en el otro “escudinos de oro” para los adultos. Para los adultos que le sonrían, claro. ¡Qué diferencia con Pedro Acedo, que si podía se escaqueaba y no pagaba ni el café! Me pregunto si Angel Calle puede imponerme el escudo de oro de Mérida con carácter retroactivo, porque recuerdo que una vez almorcé con Pedro Acedo y pagué yo. ¿No me lo merezco?

Ahora, de una tajada ha impuesto los dos últimos “escudos de oro” en Villafranca de los Barros, su pueblo. Lo invitaron a dar un pregón en un barrio de Villafranca y como agradecimiento, impuso el escudo de oro de Merida al presidente la asociación que lo había invitado y ya, metido en faena, se llevo la mano al bolsillo y le impuso otro al alcalde de Villafranca, Ramón Romero. Supongo que por alcalde, por compañero de partido y por la reconocida trayectoria de Ropero en favor de Mérida. Para mi que se quedó corto, porque debería haberle impuesto tres y darle uno de repuesto, por si se le pierde alguno. Nada de protocolos, nada de consultas, liturgias, formalismos y bisuteria barata, los “escudos de oro” de Mérida son de don Angel Calle y él los entrega a placer, según convenga y le parezca. O sea, igual que Ibarra entregaba sus medallas, pero a lo bruto, sin disimulo alguno.

A este paso el “Escudo de oro de Mérida” podremos conseguirlo en el mercadillo, en los huevos “Kinder”, en la “subasta del mochuelo” o en la tómbola de Cáritas, y el que no tenga que se haga del PSOE o invite al alcalde a unas migas con torreznos, porque el alcalde de Mérida regala escudos de oro como si fueran pin del partido y, además, como las pizzas, los entrega a domicilio, porque si alguien lo invita a una barbacoa, se lo impone a domicilio. La duda que me queda es si los “escudos de oro” son de oro o son de un oro tan falso como los merecimientos de algunos. Se lo tengo que preguntar a Angel Calle.