domingo, 30 de septiembre de 2007

Las consecuencias de mirar para otro lado


En España han ocurrido cosas que merecían un pronunciamiento del Rey como del Jefe del Estado, pero todos nos hemos quedado esperando, porque en esos momentos claves lo más sonoro que salía de la Casa Real era el silencio. ¿Hay serias amenazas de disgregación? ¿Y qué ha dicho el Rey? La ofensiva radical de los nacionalistas separatistas que desde las instituciones públicas dicen sentirse incómodos en España aumenta en cada ocasión que se presenta y en los próximos días comprobaremos atónitos como el Estado de Derecho no pude, o no quiere, impedir que el presidente de una comunidad proponga un ilegal refrendo para sondear su autodeterminación. La unidad de España con estos sarpullidos está amenazada por la ruptura de los que dentro de ella se sienten mal y quieren desestabilizarla, pero ¿ha dicho algo el Jefe del Estado, ha dicho algo el Rey?

Cuando el Estatut catalán se equiparó de hecho y de derecho a una nación dentro de otra nación, oímos voces y opiniones desde todos los frentes, pero desde la Jefatura del Estado se abundó en el mutismo y se siguió abusando de la estrategia del silencio, tal vez pensando que al no entrar en el escenario no se contaminaría. En mi pueblo a eso se le llama “escurrir el bulto”. El Rey no ha querido pronunciarse cuando han quemado la Constitución, no se ha pronunciado cuando han quemado la bandera de España, no se ha pronunciado cuando en las propias instituciones oficiales se ha puesto en cuestión el modelo territorial que garantiza la unidad de España y no se pronunció cuando desde el propio Ejército se alertó de las consecuencias de esta deriva separatista. Y mientras tanto la imagen que se proyectaba de la Casa Real era la de una diversión permanente, unas vacaciones permanentes, una cacería permanente, un navegar permanente y una inhibición permanente, equiparándola a los ricos ociosos que no pisan suelo y saltan de la limusina al helicóptero para aterrizar en el yate de super lujo, camino de la eterna regata…

Incluso en momentos claves para dar una imagen de normalidad ciudadana, la Casa Real cayó en el pecado de la ostentación, el poderío y la opulencia, como cuando han nacido las hijas del Príncipe. Nada de Seguridad Social y nada de sencillez, a todo trapo en la clínica privada más lujosa y costosa de España y con la exageración añadida de reservarse una planta completa para preservar su privacidad. Y cuando la mayoría de los jóvenes españoles anda en la cavilación de hipotecarse de por vida para comprar un piso de 60 metros cuadrados, los Príncipes se instalan en una residencia auténticamente real, a todo confort, a todo lujerío y al margen del pulso de la calle. ¿A quien puede extrañarle lo que está ocurriendo y la indiferencia con que se está viendo?

El Rey se granjeó el respeto de todos durante los episodios del 23-F y de allí partieron muchos adeptos al “juancarlismo”, pero no se puede vivir de esa renta permanentemente. La monarquía en España esta en cuestión soterrada y ciertos gestos hacen aflorar tisc que la Casa Real no ha sabido ver ni valorar. Como todo, como todos, la monarquía también necesita pasar por una ITV que revise sus engranajes más desgastado. O seguir así y ya veremos lo que depara el futuro.

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