sábado, 10 de marzo de 2007

¡Dejemos a Suárez en paz!


He hecho miles de kilómetros acompañando a Adolfo Suárez en sus dos últimas campañas electorales, tuve el honor de ser su secretario personal en Lucerna (Suiza) cuando cesó como presidente de la Internacional Liberal y Progresista. Por una decisión personal suya, pertenecí al Comité Nacional y a la Comisión Ejecutiva del CDS. Suárez me designó secretario nacional de Política Autonómica y en tres ocasiones me incluyó en el mitin para el cierre de campaña junto a él. Suárez ha comido en mi casa, yo he comido en la casa de Suárez y tengo cartas manuscritas que dan testimonio de la amistad y confianza, creo que merecida, que me profesaba. En ocasiones incluso me llamó para comentarme algún acontecimiento, para conocer mi criterio sobre algo concreto, para darme su opinión sobre algún artículo mío e incluso tengo algunos relatos literarios con sus acotaciones al margen… O sea, que conozco a Suárez, algo sé de Suárez y creo que junto a unos pocos, muy pocos, muy pocos, pertenecí a su círculo más íntimo…

Con estos antecedentes, se entenderá que cuando hace un par de días oí a Ibarra, en la Asamblea de Extremadura, utilizar vergonzosamente el nombre de Suárez como coartada de sus erráticas e infantiles explicaciones, tuve que morderme la lengua y el alma para no cortar de raíz su perorata de charlatán irrespetuoso. Irrespetuoso respecto a Suárez, irrespetuoso con la Asamblea e irrespetuoso con la verdad, porque es absoluta y radicalmente falso que Suárez dimitiera como presidente del Gobierno para evitar un golpe de Estado. Esa infamia la acuñó el “guerrismo” tramontano de aquellos días y hoy, erradicada por completo, sólo persiste en los que, como Ibarra, creen que todo vale, que la tribuna todo lo ampara, que la historia se puede reinventar según la necesidad del momento y que se puede instrumentalizar el nombre, el prestigio y la dignidad de las personas para justificar cualquier dislate o contradicción. Aquella vileza, que ahora reedita Ibarra caprichosamente, le hacía mucho daño a Suárez y lo irritaba profundamente. En una ocasión, delante de mí, cortó a un conocido periodista y no lo dejó ni concluir la pregunta: “¡Yo jamás habría dimitido de haber atisbado la posibilidad de un golpe de Estado! ¡Eso es una infamia! Si vas a seguir por esos derroteros te ruego que te vayas y me dejes en paz”. El conocido periodista le pidió perdón y continuaron la entrevista.

¡Dejemos a Suárez en paz Sr. Ibarra! No enfangue su nombre, su prestigio y su trayectoria para justificar sus contradicciones y desvaríos permanentes. Cuéntenos historias e historietas cocidas en el horno de su egolatría, pero… ¡deje en paz a Súarez! Suárez no dimitió por la amenaza de un golpe de Estado, Suárez no dimitió para evitar un golpe de Estado, Suárez no aceptó ningún chantaje de ETA, Suárez no pagó ni 300 millones ni una sola peseta a ETA y Suárez jamás excarceló a 15 terroristas por exigencia de ETA. Todo eso no son más que mentiras infames que sólo se permiten los desnortados y descreídos como Ud. Meter en el mismo bombo a Zapatero, a los chantajes, a De Juana y a Ud con Suárez es algo que ni siquiera alguien como Ud., con su trayectoria, sus idas y venidas y sus justificaciones pueriles debería permitirse. ¿Es que no respeta nada?

Pasemos por alto que una su suerte, y la de la Junta, a ladrones y criminales, condenados en sentencia firme, que afirme por la mañana lo que niega por la noche, que sea capaz de justificar y bendecir el expolio de las arcas del Estado para el enriquecimiento personal de sus amigotes, que olvide sus responsabilidades y se dedique al zascandileo nacional, que haya puesto en cuestión la política antiterrorista de Aznar, haciendo burlas y dudando incluso de la aprensión de un comando, que olvide a las víctimas para alinearse con su partido, que… ¡Pero deje en paz a Suárez!.

Sepa que hay nombres con los que no se puede jugar y que hay prestigios y dignidades que no se deben enfangar. El “más eres tú y lo mismo hicisteis vosotros” solo sirve para ratificar lo que se intenta negar, que es el chantaje que Zapatero, su Gobierno, su partido y Ud. han pagado a ETA”. Así es que busque los atroches que quiera y mienta cuanto le plazca, pero ¡deje en paz a Suárez!

1 comentario:

Antonio Quintana dijo...

La fidelidad es el otro pilar sobre el que se asienta la amistad. Sobre la fidelidad del otro basamos nuestra confianza, aunque solamente en los momentos difíciles es cuando podemos medir hasta qué punto. El regalo de tu amistad estimado MESTRO está hecha de lealtad y no de pasiva fidelidad.