sábado, 30 de diciembre de 2006

Fumar mata, Doña Esperanza


Esperanza Aguirre, la presidenta de la Comunidad de Madrid, me parece una señora de genio e ingenio, con ideas, criterio y discurso propio, pero que en su afán de oposición hacia todo lo que llegue del PSOE, es capaz de caer en ridículos sin cuento. Y eso es lo que le está pasando con sus rocambolescas interpretaciones de la “ley antitabaco”. Después de torcer los argumentos, buscando atroches legales a una ley que vigila por la salud pública, se supo, con mucha antelación, que durante las fiestas navideñas los inspectores sanitarios harían un paréntesis, silbarían y mirarían para otra parte, para que establecimientos y fumadores pudieran seguir, los primeros con su negociete y los segundos con su vicio. ¿Y los no fumadores? Los que no fuman han tenido la potestad de quedarse en casita o participar de la intoxicación colectiva, porque doña Esperanza, tan permisiva ella, tan liberal y tan antiprohiciones, anda en su pulso particular con la ministra de Sanidad y no tiene tiempo para minucias semejantes.

Pero fumar mata, doña Esperanza, mata de verdad, mata lenta, fija y dolorosamente. Ya se sabe todo sobre las consecuencias del tabaquismo y aún permitiendo que cada cual tiene derecho a elegir, la Ley se ocupa esencialmente de proteger los derechos de los no fumadores, de los que no quieren oler las pestilencias del tabaco, de los que no desean ser fumadores a la fuerza y por la fuerza de una costumbre tan estúpida como malsana. La Ley antitabaco es pusilánime, corta, carente de efectividad real y, además, está llena de complejos, contradicciones e indecisiones que la hacen vulnerable en casi todo su articulado. Tal como está redactada, el fumador puede seguir alquitranándose los pulmones casi como antes, pero al menos imponía unas restricciones en el ámbito laboral y del ocio que servían como asidero a los no fumadores. El amplio margen que la Ley concede a las CC.AA debería aprovecharse para perfilarla y ajustarla, pero doña Esperanza se ha erigido en la protectora del tabaquismo y en su campaña de memeces parece que incluso ha dado instrucciones para que en días punteros no se extreme la vigilancia. Es exactamente lo opuesto a lo que debería de hacer un político responsable.

Pero fumar mata y eso no es una broma. La salud pública no puede ser arma con la que se deba luchar políticamente y doña Esperanza debería ser delimitar sus campos de batalla para no caer en estrambotes que concluirán por perjudicar a toda su comunidad y, al alimón, a ella misma, empañando su trayectoria de política honesta y eficaz.

En Extremadura aún no se ha elaborado la adaptación oportuna, y falta que hace, porque para los no fumadores todo está prácticamente igual. Creo que en toda Extremadura, pueblo a pueblo, apenas hay media docena de bares donde no se permita fumar y en el gremio de la restauración aún es peor, porque es imposible degustar un retinto o un jamón sin las pestilencias del humo. Esperamos confiados que el rebufo de doña Esperanza no contamine nuestra decisión, porque ya se sabe que en España cada necedad hace legión.

sábado, 16 de diciembre de 2006

Puerto Hurraco


Puerto Hurraco figura en nuestra memoria como sinónimo de viscelaridad, cerrilismo, animadversión y odio ancestral, porque aún siendo un pueblo de la Serena extremeña bonito, pacifico y acogedor, un mal día dos hermanos, con el alma corroída por el odio, decidieron salir de su cubil de alimañas para verter sobre sus vecinos toda la irracionalidad que llevaban dentro. Desde entonces el nombre de Puerto Hurraco tiene resonancias que no se merece y, tal vez para siempre, su suerte quedará ligada a la masacre que por sus calles protagonizaron los hermanos Izquierdo, Emilio y Antonio, azuzados por el resentimiento de sus hermanas Ángela y Luciana.

Un día negro de agosto de 1990, los dos hermanos decidieron consumar la venganza que los cegaba y a tiros de escopeta mataron a nueve de sus vecinos, de forma indiscriminada, porque su odio alcanzaba a todo el pueblo. Y así comenzó a tejerse la resonancia negativa que en toda España tiene hoy Puerto Hurraco, resucitando a la Extremadura profunda que sólo existe en las testas anquilosadas de muchos desinformados, porque el síndrome de “los izquierdos” no tiene cuna definida.

Durante mucho tiempo Don Benito estuvo ligado al crimen de Inés María; Fuente Ovejuna es el lugar de la indignación compartida; Teruel es la cuna de los amantes; Cuenca sigue proyectando la sombra de su crimen; Zalamea aún representa la dignidad de su alcalde; Móstoles es la rebelión contra los invasores, Guernica, la desolación; Paracuellos el fusilamiento; Aranjuez es el eco de un motín; no se sabe si es Aragón de Agustina o Agustina de Aragón; Casas Viejas es la represión brutal, Los Galindos… ¿Y Linares?. En linares murió Manolete.

Son pueblos con huella propia, vida propia, con historia y hechura definida, pero son pueblos marcados por un hecho, generalmente luctuoso, que queda colgado en la memoria colectiva. Y ese es el caso de nuestro Puerto Hurraco que, como bien dice Alberto González, tiene una toponimia que facilita el recuerdo de aquella tarde de tormento: “¡Hombre, Tomás, no hubiera sido lo mismo si eso ocurre en El Jardín de Santa Lucía!” Y es verdad, tan verdad como que Puerto Hurraco está al margen de los hermanos Izquierdo, a los que he conocido hasta donde se podía conocer a los hermanos Izquierdo.

Los tuve como alumnos -es un decir- en el Centro Penitenciario de Badajoz y en ellos identifico al eslabón perdido, al humano al que le falta un hervor para llegar a serlo y al hombre a medio camino entre lo que somos y lo que parecemos. No caeré en la exageración de señalarlos como irracionales, pero ambos tenían un pellizco que los separaba de la normalidad. A los dos, inseparables, encorvados y en contacto permanente, les gustaba dibujar arabescos con bolígrafos de colores, que cogían como su fueran puñales. Los dos pasaban horas rellenando cuadernos de caligrafía, los dos me pedían interminables sumas, restas, multiplicaciones y los dos dibujaban círculos engarzados, ayudándose con monedas de diferentes tamaños. Siempre recelosos y acechantes, lo hacían todo tan juntos que parecían un sólo hombre con dos cabezas, aunque las dos pensaban lo mismo, a la misma hora y de la misma forma. No se relacionaban con nadie, eran monosilábicos y yo creo que en estos dieciséis años de reclusión, jamás salieron de ellos mismos y nunca tuvieron curiosidad por ver lo que había fuera de sus cabezas. Nada pedían y nada daban. Por no dar, no daban ni la lata.

Hace unos días ha muerto Emilio, que no sé si era el mayor o el menor, porque los dos gozaban de la misma indefinición pero, contra lo que se está afirmando, era el que tomaba las decisiones en ese dúo de sonámbulos, encerrados en la modorra común a la que estaban soldados. Por un momento, me gustaría asomarme al alma, posiblemente insondable, de Antonio, para mirar lo que bulle allí dentro y poder entender la paz que le reporta su irracional venganza y el alarido sordo ante la tumba de su hermano: “¿Te vas con la satisfacción de que tu madre ha sido vengada?” Ni el tiempo, ni la enfermedad, ni la cárcel, han doblegado el odio acumulado y nada ha servido para abrir las puertas en esas pobres cabezas. Puerto Hurraco merece la solidaridad de todos y yo desde aquí la reivindico.

sábado, 9 de diciembre de 2006

Muy gallardo


Días pasados, en un hotel lejos de España, pongo la CNN internacional y me encuentro con Extremadura, Badajoz, Cáceres, Mérida, con una cuidada panorámica de Jerez de los Caballeros y con la singular figura de Alfonso Gallardo. La primera sensación fue de sobresalto, porque soy amigo de Alfonso Gallardo, lo quiero y lo admiro. Entro a media noticia y no entiendo muy bien lo que dice el locutor, pero me tranquilizo porque deduzco que el industrial extremeño ha vuelto a dar un zarpazo, ahora europeo, en el difícil mundo del acero y que su sombra, más alargada que la del ciprés, ya se proyecta en Alemania y tiene cabida en la portada de un informativo internacional. Evidentemente se trataba de una noticia muy importante, de indudable alcance industrial que, ya me dirán ustedes si no era extraño, partía de Extremadura.

He escrito algunas cosas sobre Alfonso Gallardo, obligadamente laudatorias porque desde hace muchos años considero que es una de las personas que más han hecho y más han arriesgado por Extremadura. Lo conozco bien, sé lo que lo impulsa, sus motivaciones y desvelos y cada día se acrecienta más en mí la admiración que me produce un personaje de su talla empresarial y categoría personal. Alfonso Gallardo es un lujo sobre el que, como suele ocurrir, vertemos un montón de idioteces, acostumbrados como estamos a criticar lo que no entendemos, siempre con desproporción y casi siempre con mucha malicia y no poca ignorancia. ¿Qué tiene que hacer Alfonso Gallardo para hacerse perdonar por haber partido de la nada absoluta empresarial y abrir hoy los informativos de la Unión Europea?

Conociendo la magnitud del grupo empresarial que preside, al principio me resultaba paradójico que se situara a la Junta inmediatamente detrás de sus éxitos, porque las iniciativas empresariales de la Junta sorprenden precisamente por la contundencia y la perdurabilidad de su fracaso industrial. Y hace siete años (HOY 22.5.99) ya dije que la Junta no tiene dinero para levantar un tinglado como el de Alfonso Gallardo y, lo más difícil, porque algo así no se levanta con dinero. Pero el dolondón de los cencerros sigue propagando su eco y hoy ya me resulta cabreante que se insista en semejantes paparruchas que, antes de nada, delatan nuestra mezquindad y las cortas entendederas que tenemos. Hace pocos días un empresario aseguraba que con las ayudas que tiene Alfonso Gallardo, era fácil exponer como él expone y subir como él sube, pero yo sigo a la espera de que alguien, con un mínimo de rigor y decencia, me de un solo dato que demuestre que Alfonso Gallardo se nutre de las subvenciones o recibe un euro más de lo estipulado. A veces uno se calla por prudencia y porque resulta políticamente incorrecto defender a la socorrida diana sobre la que clavamos nuestras miserias, pero cada día estoy más convencido de que lo que se dice, por indemostrable, es mentira. Y cada día me asiento más en lo que sé de primera mano sobre Alfonso Gallardo y su importancia real.

¿Saben ustedes lo que creo? Pues que a la Junta le resulta incómodo un empresario que antes de cerrar un capítulo ya está abriendo otros dos o tres y cada uno de ellos más arriesgado y sorprendente. Las apuestas de Alfonso Gallardo son órdagos continuos, porque es un hombre que se la juega en cada una de ellas y su capacidad de riesgo hasta parecería suicida si el resultado final no fueran éxitos en cadena ¿Cómo se justifica que entre el largo centenar de medallas de Extremadura, Alfonso Gallardo, que es el que más se la merece, no tenga la suya todavía? Se justifica porque a Rodríguez Ibarra, tan valiente él, le ha temblado el pulso y entre los merecimientos del empresario y los intereses políticos ha optado, como siempre, por la política.

Por todo esto uno se alegra de que Alfonso Gallardo, que está al margen de todas estas bobadas, siga creyendo en la inapelable ley del esfuerzo y, pese a todo, siga creyendo en Extremadura. Con gente así, es fácil creer en los beneficios de la clonación humana.

sábado, 2 de diciembre de 2006

Muere el cerdo de George Cloony


Prensa, radio y televisión se han hecho eco internacional de la tristísima noticia del deceso de Max, el cerdo de 130 kilos, que ha compartido la vida de George Clooney durante los últimos 18 años. La noticia, servida en forma de exclusiva para la revista estadounidense “People”, ha dado la vuelta al mundo y llenado de dolor a los habitantes de Las Colinas de Hollywood, que con evidente actitud de duelo visitaban la casa del inconsolable Clooney, mientras decenas de cámaras de televisión, apostadas en las inmediaciones desde primeras horas de la mañana, retransmitían el luctuoso suceso, entrando en directo en los informativos.

George Clooney, de promoción de su última película, “The Good German”, no estaba en la residencia que compartía con Max, aunque lo suspendió todo para poder asistir al sepelio y se lamentó de no haberlo acompañado en esos últimos momentos, aunque se sabía que, por su avanzada edad, el cerdo tenía los meses contados. De todos modos el actor puede tener su conciencia tranquila porque a Max no le ha faltado de nada durante su dilatada existencia. Contaba con un servicio especializado que lo atendía permanentemente, veterinario de cabecera e incluso un dietista que, en los últimos días, había comunicado al actor que podía ocurrir lo peor porque Max había perdido el apetito y tenía la mirada vidriosa. Después del sepelio, un periodista impertinente preguntó al astro por la posibilidad de sustituir a Max por otro cerdo joven, lo que provocó la ira de los que lo acompañaban. “¿Pero cómo puede preguntarme eso en este preciso momento?”, respondió Clooney, visiblemente destrozado.

Los residentes de las exquisitas “Lomas de Hollywood” estaban acostumbrados a ver a Max y a su servidumbre, empeñada en evitar que el cerdo olisqueara todo lo que encontraba en su camino, dando largos paseos por la zona y todos, sin excepción, se mostraban ante las cámaras apesadumbrados porque se trataba de un vecino más, bueno y atento, aunque un poco despistado porque siempre gruñía el mismo “oingg, oingg” a todo el que se encontraba en su camino. Max era el único animal que podía entrar en los restaurantes del lugar y salvo en una ocasión, en la que se orinó en los pies de una señora y otra en la que defecó durante un brindis, todos reconocen que su comportamiento era exquisito y que apenas se diferenciaba de los demás comensales de la zona. Para consuelo de Clooney y de los habitantes de Las Lomas de Hollywood, el veterinario de cabecera ha asegurado que Max murió tranquilo, satisfecho, sedado y sin dolor alguno, aunque en la proximidad de la muerte se limitó a gruñir un enigmático “oingg”, muy apagado, que ahora están intentando descifrar, por si se trata de su última voluntad.

De todos modos, como no hay mal que por bien no venga, la muerte de Max ha abierto muchas expectativas, porque a Clooney no le faltan candidatas para cubrir el enorme vacío que el cerdo le ha dejado. A él y a toda la humanidad, descanse en paz.