lunes, 5 de septiembre de 2005

Los jóvenes huyen de Extremadura


Según el Instituto de la Juventud, que para más señas dirige una extremeña, 7000 jóvenes abandonaron Extremadura en un solo año. En eso queda la Sociedad de la Imaginación, el Gabinete de Iniciativa Joven y los multiplanes de la Junta para paliar el paro juvenil y atajar la sangría que cada año se nos va, buscando una oportunidad que en Extremadura no encuentran. Además, la mayoría de los jóvenes que se van llevan alguna titulación bajo el brazo, lo que resulta absolutamente esperpéntico, porque Extremadura aporta el dinero para la formación que finalmente aprovechan otras comunidades. ¿Y por qué se van? Porque no hay salidas para ellos. En esta Extremadura que tanto gasta en publicidad y propaganda paleta, apenas queda un espacio que no sea la Junta, la Gran Hermana que todo lo vigila, todo lo supervisa y todo lo controla. La gran panacea para la juventud extremeña es lograr una silla como funcionario de la Junta, que es la empresa de las empresas, la que más crece y donde más garantías de supervivencias hay. Al final, triste final, 23 años de ibarrismo sólo han servido para asentar nuestros males de siempre: el paro y la emigración.

No ha desaparecido el caciquismo, aunque haya cambiado de orilla. Siguen imperando los abusos del amo, aunque lleve marchamo de demócrata. La clase pudiente, que es la mandante, está aferrada a los mismos vicios de siempre. Está establecido el mercado del euro y, como siempre, el que paga manda. Se ha propiciado la ojeriza y el rencor. Se persigue al que no piensa como los situados. Se excluye al discrepante. Se manipula la verdad para, con el dinero de todos, favorecer a la familia, al clan o a la manada. Se ha impuesto la ley del silencio y el sumo pontífice no se corta un pelo a la hora de enviar avisos a navegantes, porque es él el que da la subvención, el crédito, la credencial, la suscripción o la concesión de los nuevos canales de televisión y radio. Ya todos saben que el que queda fuera del redil tiene poco recorrido en esta Extremadura de las oportunidades para unos pocos y en la que no se valora ni capacidad ni mérito, porque la mejor referencia es pertenecer al gremio. Se premia a los del gremio, se contrata a los del gremio, se tolera a los del gremio en la misma medida que se rechaza todo lo demás.

La mediocridad y la penuria intelectual de los asentados, queda reflejada en el gobierno de una Junta incapaz de dar respuesta a los retos que la sociedad demanda y para suplir la ineficacia y la incapacidad, todo lo basa en la publicidad, en el cartel, en el gesto histriónico, en la frase grandilocuente. ¿Conoce alguien a los consejeros/as de la Junta? Ibarra es el gran cardenal y todos los demás son monaguillos intercambiables, que lo mismo rezan en un bautizo que en un funeral. Veintitrés años de ibarrismo han amuermado aún más a Extremadura, perdiendo todos los trenes, todas las oportunidades, odas las rampas de salida y en lugar de esa publicidad estúpida para vender más humo, deberíamos colocar a la entrada “Silencio, entra Ud. en Extremadura” ¿Quién habla aquí, quien protesta? Sindicatos, Universidad, patronal, academia, asociaciones... ¿todos están contentos? Dicen que el que calla otorga, pero pese a tanto apesebrado, como cantaba Pablo Guerrero, “hay señales que alumbran que la fiesta se acaba” Tiene que llover a cántaros.

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